Jeremías 23:29
Hay variedad de fuegos en este mundo, por medio de los cuales el hombre pretende alumbrarse, pero la Biblia los compara a fuegos de teas. “He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis” (Isaías 50:11). ¡Pero el fuego de la Palabra es diferente! Solo ella, cuando creemos, ilumina nuestros corazones profundamente.
La imagen del fuego también habla de la hora de la prueba, así como de la purificación. La Palabra me prueba porque me pone ante la presencia de Dios; y esta presencia sondea mis pensamientos, mi corazón, mi conciencia. Es un fuego que me alumbra y al mismo tiempo me purifica si mi vida está llena de su luz. La Palabra de Dios es “más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Ella cura, limpia lo impuro en mi vida, mis motivaciones, mis valores, mis prioridades.
Ese fuego de la Palabra también hace arder en mi corazón la llama del amor. Esto fue lo que experimentaron los dos discípulos de Jesús en el camino a Emaús, cuando escucharon a su Maestro explicarles las Escrituras. “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:32). ¡Este es el fuego del fervor y del amor!
También es el fuego de la verdad y del testimonio, pues todo aquel que lee la Biblia con fe no puede permanecer frío y mudo; es como si estuviese obligado a hablar de su Señor por amor a los hombres.
Continuará…
Jeremías 10 – Lucas 16 – Salmo 91:1-6 – Proverbios 20:27-28
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