“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es a los que conforme a su propósito son llamados” Romanos 8:28
¿Quién podría negar que aun el cielo nublado tenga su razón de ser? La lluvia que produce mantiene la fecundidad del suelo y la misma vida sobre la tierra. Los días de sol radiantes son necesarios. Pero como se ve, también los días grises y oscuros cumplen una función útil. Y en esto la naturaleza tiene una lección que enseñarnos. ¿En la vida de qué persona no hay luces y sombras, ambas igualmente útiles para la formación del carácter y el desarrollo de la personalidad?
Un señor decía tiempo atrás que estaba atravesando por una dura prueba, y que no sabía si debía tomarla como un castigo de Dios o una simple contrariedad. En verdad, no importa qué nombre le demos a nuestros infortunios. Lo que sí interesa saber es que todos ellos pueden ser aprovechados para nuestro bien, si podemos tomarlos con la actitud debida y vivir luego de tal manera que nuestro propio proceder no sea causa de nuevos contratiempos.
Las pruebas pueden ser tan beneficiosas, que en algunos casos han despertado talentos dormidos, han estimulado las virtudes y han creado una amplitud de mente y una bondad de corazón que no se habrían logrado de otra manera.
Como le ocurrió a aquel soldado enfermo de la antigua Grecia, quien siempre se destacaba en el campo de batalla. Tenía un valor a toda prueba; no temía la muerte. Hasta que un día Alejandro Magno lo hizo tratar de su enfermedad. Y después de un penoso tratamiento, sanó completamente.
Entonces, a partir de esa hora, en lugar de luchar con mayor energía y denuedo, el soldado se volvió temeroso e inútil en la guerra. Ahora que gozaba de salud, no quería por nada arriesgar la vida por servir a su patria.
Meditemos en lo siguiente: Si usted está sobrellevando alguna carga que parece empañar su felicidad, no se desaliente. Dios no permitirá que usted derrame una sola lágrima innecesariamente. Si confía en él, y con una mente serena procura aprender la mejor lección de su trance amargo, este podrá convertirse en la experiencia más fructífera de todos sus años Cuántos en medio de su desventura han aprendido a ver la luz de Dios, y terminaron agradeciendo al Cielo por la copa de dolor que debieron beber.