Pacientemente esperé al Señor, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. – Salmo 40:1.
(Sean) constantes en la oración. – Romanos 12:12.
De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. – Salmo 5:3.
Me parece que era ayer cuando Magali, la pequeña enferma de doce años, me decía con amargura: –No creo en Dios. Nunca me ha contestado cuando he orado. Vea, es mi tercera estadía en el hospital y no veo progresos.
Entonces traté de explicarle que Dios puede responder de tres maneras diferentes: Naturalmente, una forma es diciendo “sí”, es decir, otorgando en seguida lo que pedimos. Pero también puede decir “no”, y quizá era lo que esta niña minusválida no comprendía. De hecho, Dios dice “no” por una única razón: nuestro bien, el bien de nuestro corazón. Cuando el Señor cierra una puerta, sabe lo que hay detrás. “No” es, pues, también una respuesta.
Él nos ama demasiado para ceder a todos nuestros caprichos y deseos. No siempre sabemos por qué dice “no”, pero lo que debe deleitarnos es pensar que él lo sabe. Si a veces Dios dice “no” a nuestras oraciones, también puede decir: “Espera”.
Un rasgo de nuestro carácter es ser impacientes, pero el Señor quiere ejercitar nuestra paciencia y someter nuestra voluntad a la suya. Esperemos y perseveremos sin dudar que nos contestará.
Él sabe lo que me hace falta, en su amor quiero descansar. El misterio de toda cosa allá arriba lo va a revelar.