Púlpito Evangélico – EL REY HA ENTRADO

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EL REY HA ENTRADO

Pastor, Jorge L. Cintrón Calzada

Mensaje para ser predicado por en el Pabellón de Oración de la Primera Iglesia Bautista de Cayey, Puerto Rico el 2 de abril de 2023, 7:30pm

 

“Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!”

Marcos 11:9,10

 

Un cántico se escuchaba en las calles de Jerusalén: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!” Jesús entraba a Jerusalén. Jerusalén era la ciudad donde se concentraba y radicaba todo el poder económico, político, social y religioso de Israel. A esa ciudad entraba Jesús.

 

El cántico de “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!” salía de los labios de las personas por varias razones. Los apóstoles entonaban ese cántico después de haber acompañado a Jesús por tres años de su ministerio terrenal, pero lo hacían con cierta confusión porque todavía no habían comprendido la tarea de Jesús y cavilaban en sus pensamientos sobre si Jesús iba a ocupar el lugar de Rey de Israel desplazando el poder imperial romano. Otros entonaban el cántico entusiasmados por la resurrección de Lázaro. Otros, entre los que se encontraba Bartimeo, lo hacían porque habían experimentado el poder sanador de Jesús y su mensaje transformador que le había dicho: “tu fe te ha salvado”. Otros al escuchar el cántico se preguntaban: “¿Quién es este?” La respuesta que recibían era: “Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.” Los fariseos al escuchar este cántico le decían a Jesús repréndelos en un intento de acallar la algarabía. Y Jesús les respondía: “Os digo que si estos callaran, las piedras clamarían”

 

Ese cántico en el día de hoy resuena nuevamente – “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!”–. Algunos lo escuchan y no entienden todavía quién es Jesús. Otros lo escuchan con entusiasmo pasajero. Otros les gustaría acallar ese cántico. Mas otros de nosotros no solamente lo escuchamos sino que lo entonamos nuevamente – “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!”– porque hemos experimentado el mensaje transformador de la Cruz. Hemos experimentado la salvación que hay en Cristo Jesús.

 

Jesús al entrar a Jerusalén en un pollino en el cual ningún hombre había montado estaba haciendo un acto lleno de simbolismo para puntualizar un mensaje transformador.

 

El profeta Zacarías había traído a Israel una promesa de restauración a Israel después de que el pueblo regresara de su cautividad. “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.” (Zacarías 9:9)

 

Jesús, que, hasta ahora, se había negado a declarar que Él era el Mesías con su entrada a Jerusalén sobre un pollino está señalando: “Aquí está entrando tu Mesías Jerusalén”

 

Israel tenía la expectativa que sus días de gloria de los tiempos de David y Salomón serían restaurados. Vendría el Mesías. El cual sería un líder político que reinaría en Israel y restauraría su gloria. Israel esperaba que llegaría el Día Jehová; día en el cual todos sus enemigos serían destruidos y comenzaría una nueva época.

 

A través del Antiguo Testamento se descorre también otra figura que es la del Siervo Sufriente, el cual llevaría sobre él las consecuencias del pecado de Israel

 

Jesús está señalando al entrar a Jerusalén: El Rey ha entrado

 

Cuando Jesús está llegando a Jerusalén sobre un pollino, señala el evangelista Lucas, que Jesús lloró. Y dijo: “¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.” (Lucas 19:42–44) Jesús está llorando porque Él sabe que ha venido a visitar a Jerusalén con paz. Este es su día para que tenga paz. Ha llegado como su Mesías –Su Rey– pero Jerusalén no entiende que no es como ellos han creído. No es con espada que seréis transformados en un pueblo libre.

 

Vuestra transformación será posible cuando yo lleve sobre mí sus pecados.

 

“¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.” (Isaías 53:1–12)

 

Al entrar Jesús a Jerusalén como Mesías el cántico que se escuchó fue: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!” salía de los labios de las personas por varias razones.

 

La entrada de Jesús como Rey a Jerusalén fue en el tiempo de la preparación para la Pascua judía. Una gran peregrinación se hacía a Jerusalén para esta celebración. La Pascua conmemoraba el inició de la liberación de Israel de Egipto y la liberación de los primogénitos de la plaga de la muerte.

 

Los judíos acostumbraban a cantar en la fiesta de La Pascua El Hal–lel. El mismo consistía de los Salmos 113 al 118

 

Algunas partes de El Hallel son:

 

113 Alabad, siervos de Jehová,
    Alabad el nombre de Jehová.

Sea el nombre de Jehová bendito
Desde ahora y para siempre.

Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone,
Sea alabado el nombre de Jehová.

Excelso sobre todas las naciones es Jehová,
Sobre los cielos su gloria.

¿Quién como Jehová nuestro Dios,
Que se sienta en las alturas,

Que se humilla a mirar
En el cielo y en la tierra?

El levanta del polvo al pobre,
Y al menesteroso alza del muladar,

Para hacerlos sentar con los príncipes,
Con los príncipes de su pueblo.

 

116 Amo a Jehová, pues ha oído
    Mi voz y mis súplicas;

Porque ha inclinado a mí su oído;
Por tanto, le invocaré en todos mis días.

Me rodearon ligaduras de muerte,
Me encontraron las angustias del Seol;
Angustia y dolor había yo hallado.

Entonces invoqué el nombre de Jehová, diciendo:
Oh Jehová, libra ahora mi alma.

Clemente es Jehová, y justo;
Sí, misericordioso es nuestro Dios.

Jehová guarda a los sencillos;
Estaba yo postrado, y me salvó.

Vuelve, oh alma mía, a tu reposo,
Porque Jehová te ha hecho bien.

12¿Qué pagaré a Jehová
Por todos sus beneficios para conmigo?

13 Tomaré la copa de la salvación,
E invocaré el nombre de Jehová.

14 Ahora pagaré mis votos a Jehová
Delante de todo su pueblo.

 

117 Alabad a Jehová, naciones todas;

Pueblos todos, alabadle.

2 Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia,

Y la fidelidad de Jehová es para siempre.

Aleluya.

 

Hal–lel quiere decir más o menos “aleluya” – “alabad a Jehová”

 

El cántico que entonaron las personas cuando Jesús entró a Jerusalén como Rey fue: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!”

 

Los peregrinos que iban a Jerusalén a celebrar La Pascua al acercarse a la ciudad cantaban en muchas ocasiones una parte del Hal–lel:

 

25Oh Jehová, sálvanos ahora, te ruego;

Te ruego, oh Jehová, que nos hagas prosperar ahora.

26 Bendito el que viene en el nombre de Jehová;

Desde la casa de Jehová os bendecimos.

 

“Hosanna” quiere decir “salva ahora” o “salva te ruego”.

 

El cántico que entonó la multitud cuando Jesús entro como Rey a Jerusalén, probablemente fue esa parte del Hal–lel.

 

¿Sabrían las personas que entonaron ese cantico al entrar Jesús a Jerusalén que lo estaban proclamando Rey?

¿Los apóstoles comprenderían lo que estaban cantando? ¿Comprenderían las otras personas que entonaban el cántico entusiasmados por la resurrección de Lázaro lo qué hacían? Yo no estoy seguro de que supieran las implicaciones de su cántico. ¿Los fariseos, que al escuchar este cántico le decían a Jesús reprendelos en un intento de acallar la algarabía, sabrían verdaderamente lo que estaba aconteciendo? ¿O solo querían que cesara el alboroto para quedar bien con las autoridades romanas? No se

 

No se me ha olvidado Bartimeo y otros como él que lo hacían porque habían experimentado el poder sanador de Jesús y su mensaje transformador que le había dicho: “tu fe te ha salvado”. Ellos sabían que quien había entrado a Jerusalén Rey. Había entrado Jesús.

 

Jesús, cuando yo tenía unos dieciséis (16) años, entró como Rey a mi corazón. Hoy yo puedo decir, con conciencia de que se lo que estoy diciendo al parafrasear a los que acompañaron a Jesús en su entrada a Jerusalén: “¡Hosanna! ¡Bendito el que vino en el nombre del Señor a mi corazón! ¡Bendito el reino de mi padre Dios que viene! ¡Hosanna en las alturas!”

 

El mensaje transformador de la cruz cambió mi vida. ¿Tú puedes decir así?

 

¡Aleluya! ¡El Rey ha entrado! ¡Ha entrado en Jerusalén! ¡Ha entrado en mi corazón!

 

¿Ha entrado Jesús como Rey a tu corazón?

 

Hay muchas personas que piensan o creen que son cristianos, pero no lo son. Para uno ser cristiano tiene que recibir a Jesús en su corazón. El evangelista Juan afirma casi al comienzo de su evangelio: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1:9-13)

 

El Apóstol Pablo enseña en su carta a los Romanos como una persona recibe a Jesús en su corazón. Él les escribió: “Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.” (Romanos 10:8c-11)

 

Esta oración que voy a hacer, si la haces con sinceridad y fe va a abrir la puerta para que Jesús entre a de tu corazón.

 

“Padre, reconozco que soy pecador.

Acepto que Jesucristo es:

Tu Hijo, que es el hijo de Dios,

Que murió en la cruz por mis pecados,

Que Tú, Padre, le levantaste de los muertos.

 

Gracias Jesús por pagar el precio de mis pecados.

Perdóname y hazme una nueva criatura.

Lávame con tu sangre y entra en mi corazón.

Te entrego hoy mi vida.

Te recibo como mi Salvador y Señor.

 

Santo Espíritu ven a mi vida.

Capacítame para vivir cada momento de mi vida de acuerdo a la decisión que hoy he tomado.

 

En el nombre de Jesucristo he orado. Amen”

 

Ahora puedes exclamar: “¡Hosanna! ¡Bendito el que vino en el nombre del Señor a mi corazón! ¡Bendito el reino de mi padre Dios que viene! ¡Hosanna en las alturas!”

Jorge Cintron
Jorge Cintronhttps://www.elversiculodeldia.com
Pastor en Primera Iglesia Bautista de Cayey, Puerto Rico

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