1a REYES 17:7 “Pero después de algunos días el arroyo se secó, porque no había llovido sobre la tierra.”
Fue un miércoles por la mañana cuando el jefe me llamó a su oficina. En lugar de recibir el informe habitual, me pagó indemnización por despido. Al conducir a casa, conteniendo las lágrimas, pensaba en mi hijito de 4 meses de edad, que había requerido una cirugía de corazón al nacer. Llevaba sobre mis hombros la pesada carga de pagar las citas en el hospital y las facturas por el tanque de oxígeno. ¿Cómo haré frente a los gastos que requiere el bienestar de mi hijo si no tengo ingresos?
A menudo no comprendemos por qué nos toca afrontar pruebas como éstas. Pero el mismo profeta Elías debió soportar tres años de sequía, viviendo solo del pan que le llevaban los cuervos y del agua del arroyo. Cuando había perdido toda esperanza, Elías aprendió a confiar en el cuidado de DIOS. Su rescate sucedió solo cuando el arroyo se secó.
DIOS conoce nuestras necesidades mejor que nosotros mismos. A veces no recibimos la ayuda que creemos nos hace falta. Pero al igual que el apóstol Pablo, podemos aprender a glorificar en medio del sufrimiento para que se manifieste la fortaleza de DIOS: “pero el Señor me ha dicho: «Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad.» Así que prefiero gloriarme de ser débil, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” (2ª Corintios 12:9 DHH).
En otros momentos la respuesta es mejor que lo que podríamos haber soñado. Una semana después de quedar desempleado, DIOS me proveyó con un empleo mejor. Ahora mi hijo está sano y creciendo. Nuestra fe florece cuando confiamos en el momento oportuno del Señor.
OREMOS: DIOS de Esperanza, ayúdanos a confiar en Tu sabiduría en los tiempos de sequía de modo que podamos fundamentar nuestra fe en Ti y no en nosotros mismos. Por Cristo Jesús, amén.
Sr. Daniel Mynyck (Colorado, EE.UU.) – Aposento Alto