Púlpito Evangélico: ¿QUIÉN SOY EN CRISTO?

¿Quién soy en Cristo?

Pastor Jorge L. Cintrón

Mensaje para ser presentado en el Pabellón de Oración de la Primera Iglesia Bautista de Cayey, Puerto Rico el 19 de octubre de 2025, 7:30pm

 

Texto bíblico: Hechos 26:15-18

 

“Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.”

 

Hay momentos en la vida en que nos detenemos y nos preguntamos: ¿Quién soy realmente? Para los creyentes, la respuesta a esa pregunta no se encuentra en el espejo, ni en lo que otros dicen de nosotros, sino en lo que Cristo ha dicho y hecho por nosotros.

 

A veces pasamos por momentos donde perdemos el sentido de quiénes somos: los problemas, las críticas o los fracasos nos hacen olvidar que en Cristo tenemos una nueva identidad.

 

Pablo, cuando tuvo su encuentro con Jesús camino a Damasco, también hizo esa pregunta: “¿Quién eres, Señor?” Jesús le mostró no solo quién era Él, sino quién podía llegar a ser Pablo en Cristo.

 

Quiero compartir contigo tres verdades sencillas pero poderosas sobre quién eres tú cuando estás en Cristo Jesús: Eres hijo de Dios. Tienes un adversario. Eres exponente del evangelio.

 

Vivimos en un mundo donde se dice con frecuencia: “Todos somos hijos de Dios”, pero bíblicamente, no todos son hijos, aunque todos sean criaturas de Dios. Jesús mismo le dijo a algunos religiosos de su tiempo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Juan 8:44).

 

Ser hijo de Dios no es un derecho natural, sino un regalo espiritual. Juan lo expresó claramente: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12)

 

Cuando recibes a Cristo, entras en una familia celestial. Ya no eres un desconocido, eres parte de la casa del Padre. Ser hijo de Dios significa que: Tus pecados fueron perdonados. Colosenses 2:14 señala: “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros… y clavándola en la cruz.” (Colosenses. 2:14) No estás solo. Jesús prometió: “Yo estoy con vosotros todos los días.” (Mateo. 28:20) Tienes una herencia eterna. “Una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros.” (1 Pedro 1:4) Cuando uno entiende esto, su identidad se afirma. Ya no vives buscando aprobación: sabes quién eres, sabes de quién eres y sabes a dónde vas.

 

Como el niño adoptado que un día recibe un nuevo apellido. En un instante, todo cambia. Ya no es huérfano, ahora pertenece. Así sucede contigo cuando Cristo entra a tu vida.

 

Ser hijo de Dios no significa que no habrá lucha. Al contrario: al convertirte en hijo, también te haces visible al enemigo. Pedro lo advirtió: “Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.” (1 Pedro 5:8) Pero hay una verdad aún más poderosa: “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.” (1 Juan 4:4) ¡Qué afirmación tan gloriosa! Sí, hay un enemigo, pero hay un poder mayor en ti. Sí, hay batalla, pero ya se ha declarado quién es el vencedor. Apocalipsis 12:11 nos recuerda cómo vencemos: “Ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos.” Cada vez que proclamas el nombre de Jesús, cada vez que das testimonio de su poder, estás recordándole al enemigo que la victoria ya fue ganada en la cruz.

 

Jesús no solo te salvó para llevarte al cielo. Te salvó para enviarte a la tierra. A Pablo le dijo: “Te envío para que abras los ojos… para que se conviertan de las tinieblas a la luz.” (Hechos. 26:17-18) Y a todos nosotros nos dejó la misma misión: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio.” (Marcos 16:15) Ser exponente del evangelio no es solo hablar; es vivir de tal manera que la gente quiera conocer al Cristo que vive en ti. Tu sonrisa, tus palabras, tu manera de perdonar, tu fe en medio de la prueba, son sermones que predicas sin micrófono.

 

Recuerda estas tres verdades sobre quién eres en Cristo: Eres hijo de Dios — amado, perdonado, heredero del cielo. Tienes un adversario, pero también una victoria asegurada. Eres exponente del evangelio, luz en medio de las tinieblas.

 

Saber quién soy en Cristo cambia cómo vivo, cómo lucho  y cómo sirvo. Que puedas decir con fe: “Señor, gracias porque en Ti sé quién soy. No soy un error, no soy un número más, soy tu hijo amado, redimido por la sangre del Cordero, enviado a brillar en este mundo.”

Jorge Cintron
Jorge Cintronhttp://www.elversiculodeldia.com
Pastor en Primera Iglesia Bautista de Cayey, Puerto Rico

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Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. Marcos 16:15

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