JUAN 15:1-4 “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. 2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. 3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. 4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.”
El Rev. Charles F. Stanley nos cuenta:
“Hace algunos años viví en Fruitland, Carolina del Norte. Era una región manzanera, y varios de mis feligreses eran agricultores. Una vez me detuve a visitar a uno de ellos, y su esposa me dijo que él estaba en la granja. Fui a verlo, y lo encontré cortando las ramas de uno de los árboles. Sin pensar, le dije: “¡Vas a matar a ese árbol!” Él se dio vuelta, y me dijo: “Pastor, encárguese usted de predicar, y déjeme a mí la poda”.
Este hombre y yo nos hicimos amigos, y fue él quien me enseñó el porqué de la poda. Para producir una cosecha abundante de la mejor fruta, tenía que cortar el árbol como lo hacía. Aunque podía parecer que el árbol iba a morir, era precisamente de las heridas de donde saldrían nuevos retoños. Nuestras pláticas me ayudaron a entender por qué el Señor actúa a veces como una operación de poda en la vida de las personas.
Para obtener una cosecha abundante de fruto espiritual, nuestro Padre celestial tiene que quitar todo lo que nos distraiga o desvíe de su servicio. El procedimiento es a menudo doloroso. Sé que he gritado: “¿Más, Señor?” cuando ha usado el “hacha” conmigo. Pero el resultado es siempre beneficioso; soy un mejor y más auténtico reflejo de Jesucristo después que DIOS corta de mí un hábito carnal o una actitud mundana.
Ser amado por DIOS no significa que seremos mimados; su interés principal no es que nos sintamos cómodos.
El agricultor debe podar el manzano para lograr una cosecha abundante.
Igualmente, DIOS permite a veces que sintamos dolor para poder producir mayor crecimiento y más fruto espiritual en nosotros.
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ORACIÓN: Señor, Padre Celestial. Gracias te doy por el nuevo día que me das y te pido que me perdones por todas mis errores y mis pecados que he cometido. Gracias Señor. Gracias por las pruebas que tengo, Tú me vas podando mis ramas secas e inservibles, que no sirven para que den el fruto que Tú esperas de cada uno de nosotros. Ayúdame Señor a que todo lo que haga sea de Tu agrado y que pueda dar mucho fruto, como Tú esperas. En el nombre de Cristo, amén.