El perdón de Dios
Tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia.
Nehemías 9:17
En ti hay perdón, para que seas reverenciado.
Salmo 130:4
Perdón… Pronunciada muchas veces para disculparnos, esta palabra corriente reviste en ciertas ocasiones su verdadero sentido. Pedimos perdón a nuestro cónyuge, a un amigo, a vecinos… Comprendemos que para ser perdonados, para liberarnos del mal, debemos reconocer nuestras faltas. “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13). La parábola del fariseo y el publicano, en Lucas 18 muestra que Dios siempre perdona al que reconoce sus pecados: “El publicano… no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador” (v. 13). Aquel hombre “descendió a su casa justificado, antes que el otro” (v. 14).
Dios es amor y perdona a todo el que se arrepiente. También es justicia y santidad. Su perdón se aplica con justicia porque Jesús, su Hijo, expió en la cruz los pecados de todos los que creen en él. ¡Jesús sufrió el juicio en nuestro lugar! ¡Dios no se acordará más de nuestras iniquidades! (Hebreos 8:12). “Cuanto está lejos el oriente del occidente, (tanto) hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Salmo 103:12).
¡Sí, en Dios hay perdón! Vaya a él y formará parte de aquellos a quienes perdonó debido a la obra de Cristo (Efesios 4:32). Pero no olvidemos el final del segundo versículo citado en el encabezamiento: “para que seas reverenciado”. Ante el precio pagado para expiar sus pecados, y la constatación de su debilidad, el creyente permanece muy atento a su conducta y confía en Dios.
Jeremías 31:21-40 – 1 Corintios 7:1-24 – Salmo 102:1-8 – Proverbios 22:10-11
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