“Oh Dios, examíname, reconoce mi corazón; ponme a prueba, reconoce mis pensamientos; mira si voy por el camino del mal y guíame por el camino eterno” Salmo 139:23-24
Un psicólogo visita una cárcel para hacer una encuesta a los reclusos. Les preguntaba la razón de por qué estaban presos. Conforme hacía la misma pregunta le sorprendía la variedad en las respuestas.
– ¿Por qué estas preso? –Por culpa de mis padres, ellos me abandonaron cuando era un niño. –La culpa es del Juez que se equivocó en el veredicto, yo soy inocente. –Yo no hice nada, fue un policía que se ensañó contra mí. – Un amigo me engañó, caí en una trampa, no fue mi culpa. –Fue una falsa acusación.
Todos declaraban su inocencia hasta que uno de ellos confesó abiertamente su crimen, detalló su delito y declaró: -Yo soy culpable por lo que hice. Cuenta la historia que el psicólogo escandalizado alzó la voz y con su dedo acusador señaló al hombre y le dijo: -¡Usted debe ser echado fuera de este recinto inmediatamente! ¡Voy a hablar con el Director de esta cárcel para que le dé su libertad, alguien que ha cometido tal delito no debe estar mezclado con tantos hombres inocentes!
A nuestro parecer siempre somos inocentes. Sin importar la situación solemos verlo todo desde el punto de vista “la culpa es de otro”. El verso de hoy es difícil de digerir. Pedir a Dios que examine nuestro corazón es darnos una buena dosis de realidad.
Nuestros encuentros con Dios suelen estar impregnados de oraciones clamando ayuda, buscando ánimo, pidiendo justicia; pero pocas veces venimos a pedirle que examine nuestro interior.
Permítame explicarle que Dios no necesita permiso para examinar nuestro corazón, El ya conoce perfectamente nuestro interior. Cuando le pedimos un examen de las profundidades de nuestros pensamientos es para que El ponga al descubierto, para nosotros mismos, lo que ignoramos de nuestro propio ser. Nosotros tenemos una tendencia a considerarnos buenos, a ser las victimas en todas las ocasiones.
-Mis papas no me quisieron; mi jefe es inhumano; mi esposa no entiende; mis hijos no son como soñaba; toda clase de razonamientos nos pone en una posición de ser los “inocentes”; pero si el Señor nos muestra lo que realmente hay dentro de nosotros nos sorprenderíamos del resultado.
En mismo salmo dice en el verso 16: “Tus ojos vieron mi cuerpo en formación; todo eso estaba escrito en tu libro. Habías señalado los días de mi vida cuando aún no existía ninguno de ellos”. Amigos, para Dios no hay sorpresas, El conoce todo de nosotros, absolutamente todo.
Es muy saludable para nuestro crecimiento espiritual y desarrollo personal conocer nuestra verdadera naturaleza, esas cosas que están tan ocultas, que ni nosotros mismos sabemos. Esta es la única manera de identificar si estamos actuando mal. Nosotros tenemos nuestra porción de responsabilidad en lo que nos pasa y con frecuencia también somos culpables.
Atrévase hoy a pedir a Dios un examen, una prueba y un cambio en lo que esta mal. Tal vez no será agradable el proceso; pero el resultado será un camino de satisfacciones hacia la eternidad.
DECLARACION: Examina Oh Dios mi corazón.
Oración: Dios mío, reconozco delante de ti mis debilidades y mis faltas, sé que la mayoría de las veces no soy inocente por eso te pido que examines mi corazón y me muestres lo que está mal en mí y que me guíes por el camino correcto, en el nombre de Jesús, Amen.