
Reflexiones – Un contrato moral
Libra mi alma, oh Señor, del labio mentiroso, y de la lengua fraudulenta.
Salmo 120:2
Hermanos míos, no juréis, no por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
Hermanos míos, no juréis, no por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
Santiago 5:12
En una emisión deportiva sobre un joven y talentoso jugador de fútbol codiciado por los grandes equipos, un periodista precisaba que ese jugador todavía estaba ligado a su club durante dos años más. Pero al instante su interlocutor le respondió: «¡Todo el mundo sabe que ese tipo de contrato moral no ata a nadie!». Tristemente debemos reconocer que a menudo es así, y no sólo en el ámbito deportivo.
Pero cuando nuestro Dios dice algo, lo cumple, y cuando hace una promesa, la cumple. Y esto es tan cierto cuando anuncia el juicio de todos los que “no recibieron el amor de la verdad para ser salvos” (2 Tesalonicenses 2:10-12) como cuando da la vida eterna a todos los que creen en Jesucristo. Si usted está cansado de este mundo engañador en el que la palabra dada a menudo no tiene valor, le invitamos a dirigirse a Dios, quien no puede mentir. ¡Nunca lo defraudará!
Y nosotros, cristianos, imitemos a nuestro Señor en todas nuestras relaciones sociales y profesionales. No olvidemos que somos “carta de Cristo” (2 Corintios 3:3), leída por todos los hombres, y que quienes nos rodean deberían ver en nosotros los caracteres de Cristo. ¡Seamos personas con las que se puede contar; seamos gente de palabra! Y guardémonos de comprometernos a la ligera en obligaciones que no podemos cumplir.
“Andarás por el camino de los buenos, y seguirás las veredas de los justos” (Proverbios 2:20).
Por: La Buena Semilla.