Reflexion – En la Barca
Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco mis rebeliones,
y mi pecado está siempre delante de mí…
Purifícame con hisopo, y seré limpio…
Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza…
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
Salmo 51:2-3, 7, 15 y 17.
El apóstol Pedro era pescador de profesión. Después de una noche improductiva, se puso a limpiar sus redes. Jesús llegó a la orilla del lago, rodeado por la multitud sedienta de sus palabras. Entró en la barca de Pedro y le pidió que se apartara de tierra un poco, para poder dirigirse mejor a la multitud. Al mismo tiempo, estando tan cerca, Pedro escuchó la enseñanza dada. Luego Jesús le pidió que bogase mar adentro y echase las redes para pescar.
Pedro echó la red diciendo que había pasado toda la noche sin pescar nada. Entonces, ¡Cuán grande fue su sorpresa cuando vio tal cantidad de peces, de modo que se estaba rompiendo la red! El Dios creador irrumpió en la vida de Pedro, en su trabajo profesional. Frente a ese poder, “cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lucas 5:8). Pedro era consciente de sus propios pecados y de la perfección de Jesús.
Parece contradictorio echarse de rodillas ante Jesús y decirle: “Apártate de mí”. Pero al mismo tiempo, la gracia y el amor de Jesús lo llevaron a echarse a sus pies. ¿Y cuál fue la contestación del Señor? Una respuesta llena de gracia: “No temas”. Ésta es nuestra historia. El pecado nos aleja de Dios y de su Hijo Jesucristo, pero sólo Él puede salvarnos; su amor nos atrae hacia él.