Reflexión – El camino correcto.
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí.
Juan 14:6.
Suena la alarma de incendio en el supermercado. La música se detiene y una amable voz exhorta a todos los clientes a dejar el lugar lo más pronto posible. Ana acaba de hacer su gran compra semanal. Una vendedora le indica cómo salir rápidamente, pero su carro de compras no puede pasar por allí. Como no se ve rastro de fuego, escoge el camino normal de salida. Muchos compradores toman la misma dirección. Seguramente – piensa ella– es un simulacro de alarma. Pero de repente el ambiente cambia, se oyen gritos de auxilio, hay humo y olor a quemado. El agua empieza a caer. Es necesario apresurarse y salir, pero la salida ya no está despejada y Ana se ahoga en la venenosa humareda.
Esta terrible historia nos recuerda a las personas que han oído hablar del divino camino de la salvación, mediante el arrepentimiento y la fe en el Señor Jesús, pero piensan que no es el único camino. Hay religiones que ofrecen los así llamados medios de salvación. Presuntamente todas tienen el mismo objetivo, y cada uno debe buscar la solución adecuada. Esta opinión, muy difundida, es errónea.
Dios ofrece sólo un camino, absolutamente seguro, hacia la verdadera felicidad: éste pasa por la cruz del Gólgota. Allí murió Jesucristo, el Hijo de Dios, por la culpa de los pecadores, por la del lector y por la mía. Dios no podía hacer más para probarnos su amor. Rechazarlo y pensar que uno se puede arreglar sin él significaría ofender a Dios y traería como consecuencia un trágico fin: la condenación eterna.