Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás,
ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos,
y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Juan 10:27-29.
Escuchemos las afirmaciones del Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, el buen Pastor, en el evangelio según Juan:
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (15:13). Cristo manifestó el amor eterno y sublime en la cruz, donde triunfó sobre todo lo que nos agobiaba. Hoy su amor llama a todos los hombres para que le reciban, y colma de manera indefectible a todos los creyentes. ¿Conoce usted su amor? ¿Nos damos cuenta cada día de que no hay amor tan grande como el suyo?
“Nadie me la quita” (la vida) (Juan 10:18). Los hombres conspiraron contra él para hacerlo morir. Lo crucificaron, pero no pudieron hacer nada más… Su muerte fue el último hecho voluntario que él cumplió en la tierra a favor de los que creen.
“Nadie las arrebatará de mi mano” (las ovejas) (10:28). Es la mano de aquel que creó el universo, la mano atravesada por un clavo en la cruz, la mano abierta para bendecir, la poderosa mano que cuida a las ovejas. Satanás es incapaz de arrebatar de la mano del buen Pastor aun la más débil oveja.
“Nadie os quitará vuestro gozo” (16:22). Éste se desprende de la relación que tenemos con el Señor, de lo que él es por nosotros; por eso ese gozo es inalterable e inmutable. A pesar de nuestros sentimientos tan fluctuantes, ¡Que el Señor nos conceda recibir de él ese gozo!