La transformación es un proceso de cambio que es permanente, es decir que es casi imposible volver atrás. La oruga se transforma en mariposa y no puede volver atrás, las serpientes transforman su piel y la antigua queda inservible, etc.
Los cristianos vivimos una transformación en Cristo, es decir, que lo que se experimenta no es un cambio temporal, sino uno permanente, que dura para siempre, en el cual no es posible volver atrás.
Ahora, Dios no nos creó para ser personajes estáticos. Él nunca tuvo la intención de que fuéramos salvos y luego permaneciéramos estancados por el resto de nuestras vidas.
Sino que Él quiere que crezcamos y que vivamos ese proceso de transformación constante hasta llegar a ser un reflejo de Él.
En la naturaleza, cuando se extrae de la tierra la plata, esta ha estado mezclada con otros minerales por lo tanto requiere de un proceso de purificación para que pueda llegar a quedar sin mancha.
En este proceso de la purificación de la plata se requiere que el trabajador tenga atención y concentración intencionales para lograrlo, esta persona que está a cargo de la refinación debe colocar la plata en la parte más caliente de la llama y vigilarla para saber exactamente cuándo está lista para quitarla del fuego.
Ser cristiano no es una garantía de que escaparemos de los “fuegos” de la vida; porque está claro que sí experimentaremos pruebas y tiempos difíciles, o en el pasado, o en el presente o de seguro en el futuro.
Pero, en el libro de Malaquías, capítulo 3, verso 3 dice que Dios, “Se sentará como fundidor y purificador de plata”.
Y en el libro de Hechos, capitulo 15, verso 9, dice que todos los que crean en Jesús recibirán la transformación cuando declara que “Dios no hizo ninguna diferencia entre ellos y nosotros, sino que por la fe purificó sus corazones”. (RVC)
Estas declaraciones traen consuelo y esperanza para nosotros, es otra forma de decir que “Dios no hace diferencia de personas; todos tenemos la oportunidad de ser purificados si ponemos nuestra fe en Jesús; además al hacerlo por fe sabemos que Él nunca nos dejará ni nos desamparará y que está trabajando en nosotros para parecernos a Él”
También significa que el Señor tiene la paciencia para quitarnos lo que no sirve, para purificarnos en un proceso constante. Así que no te dejes vencer por las derrotas de la vida, ni por las pruebas difíciles, sigue adelante porque el Señor sigue trabajando en ti, para Su gloria y para nuestro bien.
Oremos “Amado Señor, reconozco que las pruebas de la vida tienden a debilitar mi fe, pero sé que Tú estas conmigo y que nunca me abandonaras, sino que estas a mi lado perfeccionando mi ser, permitiendo que el fuego limpie mi corazón, y sé que veré la victoria en mi vida. Gracias por que mi fe puesta en Jesús ha purificado mi corazón para empezar el proceso de transformación, lo declaro en tu bendito y Santo Nombre, en el Nombre de Jesús, Amén”
Versículo “Dios no hizo ninguna diferencia entre ellos y nosotros, sino que por la fe purificó sus corazones”. Hechos 15:9 (RVC)
Buen Dia
Juan C Quintero
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