Salmo 94:19
Santiago 5:11
Los vínculos familiares que unían a Marta, María y Lázaro, son recordados varias veces en este capítulo 11 de Juan. Esta insistencia nos muestra la importancia que Dios confiere a los lazos familiares. Jesús conocía perfectamente a cada una de estas personas y el amor que los unía.
Otro pasaje de los evangelios (Marcos 5:35-43) nos muestra a Jesús junto a unos padres que acababan de perder a su hija de doce años. El Señor ordenó salir a las multitudes que hacían alboroto e invitó al padre y a la madre de la niña a entrar en la habitación. Allí resucitó a la pequeña y la encomendó a sus cuidados.
Igualmente, después de haber resucitado a un joven, lo entregó a su madre (Lucas 7:12-15).
Cuando pasamos por una prueba relacionada con uno de nuestros familiares, no olvidemos que Dios sabe todo lo que nos une a este ser amado y mide el sufrimiento asociado a esta relación especial. Padre, madre, cónyuge, hijo, hija, hermano, hermana… todas estas relaciones fueron establecidas por él. Cada vínculo tiene un carácter único y lleva impresa una emoción particular; ¡Dios lo sabe!
Él es el “Dios de toda consolación”. Nos consuela también de manera perfectamente adaptada al cariño que nos une al que está enfermo o al que ha partido.
Después de haber llorado con Marta y María, Jesús resucitó a Lázaro mediante una orden. ¡Él también puede ocuparse de todo lo que nos parece imposible! En nuestros momentos más sombríos, ¡recordemos que su amor, su simpatía y su poder no han cambiado!
Deuteronomio 27 – Juan 17 – Salmo 119:105-112 – Proverbios 26:21-22
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