“Los ángeles le preguntaron: –Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dijo: –Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Apenas dicho esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, aunque no sabía que fuera él. Jesús le preguntó: –Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo: –Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, para que yo vaya a buscarlo.” Juan 20:13-16
Estaba Maria Magdalena desconsolada, lloraba por el dolor que le embargaba al perder a su amado maestro. Para ella en ese momento todo carecía de importancia, se había perdido todo. ¿Qué haría ella ahora? ¿Volvería su vida a ser la de antes?
La mayoría de nosotros hemos pasado por situaciones semejantes. Parecería que nuestro mundo se desmorona en frente nuestro y la gran pregunta es: “¿qué voy hacer ahora?”.
Así estaba Maria en aquel momento; pero lo que ella ignoraba es que lo que creía más lejos estaba muy cerca. Su amado Señor estaba a su lado, justo consolándola; pero en su ofuscación Maria no lo reconocía.
Si tú te encuentras en estos momentos pasando por un valle de soledad, dolor y amargura ya no llores más preguntándote donde esta Dios. Te sorprendería saber lo cerca que Él está hoy de ti. En este preciso momento ha de estar dándote unas palmaditas en la espalda diciéndote: “hijo, hija aquí estoy, mírame a mí, quita tus ojos de las circunstancias. Mírame, soy yo, estoy aquí a tu lado, vine a consolarte, mírame a mí.”
Jesús, antes de partir de esta tierra, hizo la promesa que enviaría al Espíritu Santo, quien era el consolador (Juan 16:7). Así que deja ya de llorar tu perdida, clama a tu Dios, pide la consolación y guía del Santo Espíritu y tus ojos se abrirán y podrás ver al Maestro que esta frente a ti acompañándote.
Presta atención a la voz de Jesús, recuerda que cuando se acercaba su hora de partir dijo a sus discípulos: “Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33) Nadie en esta tierra esta exento de sufrir aflicciones; pero si nuestra confianza esta puesta en Cristo, sabremos que sin importar cuanto dure la aflicción, la victoria nos pertenece, pues Jesús ya venció al mundo hace más de 2000 años cuando fue crucificado en aquella cruz y resucitó triunfante de la muerte.
DECLARACION: SOY MAS QUE VICTORIOSO EN CRISTO JESUS.
Oración: Querido Maestro, mi dolor y mis lágrimas no me dejan verte ni sentirte. Yo sé que estas cerca de mi porque así Tu lo prometiste que estarías conmigo todos los días de mi vida, te ruego que pongas ahora tu Santo Espíritu sobre mí para que yo reciba la consolación del Padre. Confío en ti. Te amo Señor Jesús. Amen.
-Por: Mildred Natera