En medio de las luchas y los afanes diarios, a menudo nos
olvidamos lo importante que es alabar a Dios. Cuando alabamos
estamos conectados con el Creador en una comunión
que nos renueva y nos mantiene gozosos. En tales momentos,
sentimos que algo corre en nuestro ser y esa hermosa presencia
se lleva toda cargas y ansiedades que pueda existir en nuestra vida.
Por tanto, a ti clamaré, gloria mía, y no estaré callado.
Jehová Dios mío, ¡te alabaré para siempre!
Salmo 30:12