Pensamientos acerca de la Humildad
Con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo…
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
el cual… se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte,
y muerte de cruz. Fil 2:3-8.
La verdadera humildad no consiste tanto en tener una mala opinión de sí mismo, sino en pensar en sí lo menos posible.
Tomar conciencia de nuestras faltas nos vuelve humildes, si esto nos induce a recurrir al perdón de Dios. Lo que nos hace permanecer humildes es darnos cuenta de su gracia, de su amor gratuito e incondicional.
Las ramas más cargadas de frutos se inclinan cada vez más hacia abajo. Cuanto más poderosa es la corriente de agua, más profundo es el lecho del río. Cuanto más gocemos de la gracia de Dios, tanto más humildes seremos.
Cuanto más nos acercamos a Dios, tanto más pequeños nos sentimos en presencia de su gloria. Sólo esto dará a cada uno la posibilidad de considerar a los demás como superiores.
El creyente humilde no se ofende por nada y tiene mucho cuidado de no ofender a nadie. Está siempre dispuesto a ayudar a otros, porque aprendió de Jesús cuán hermoso es ser siervo. Es aprobado por Dios. “No altivos, sino asociándoos con los humildes” (Romanos 12:16).