Cuando reconocemos como Hijos de Dios nuestras debilidades comenzamos a ser fuertes. La prepotencia y la arrogancia son gritos para esconder las debilidades que sabemos que tenemos y que no queremos que otros vean. Reconocer nuestras debilidades nos lleva a depender más de Dios. Yo no puedo nada solo; con Cristo lo puedo todo. Doblar mis rodillas ante Dios me hace fuerte para enfrentar al mundo. (Jorge L. Cintrón)