No permitas que el terreno de tu corazón se dañe. El pecado endurece el corazón, los problemas desvían la mirada de Cristo y los afanes del mundo ahogan la fe. Atesora en tu corazón las palabras que han brotado de la boca de Dios, cree las promesas divinas y confía en sus decretos; así cuidarás tu corazón, no apartarás tu mirada de Cristo y tu fe se fortalecerá (Jorge L. Cintrón)