No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
2 Corintios 4:18
… Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.
Colosenses 1:27
El mal está continuamente con nosotros. Está en los conflictos, en las guerras, y también en nuestros corazones. Está acompañado por su séquito de sufrimientos, de relaciones rotas y de vidas destrozadas.
En su camino Jesús se enfrentó al mal rechazándolo, denunciándolo mediante sus palabras, su actitud y sus hechos. En la cruz, en medio de su sufrimiento, Jesús todavía halló palabras de esperanza para los que estaban a su lado: palabras de perdón hacia los que lo condenaban, palabras de amor hacia el ladrón que se dirigió a él, palabras de aliento hacia los suyos. Además llevó sobre sí mismo, durante las tres sombrías horas de la crucifixión, la condenación de ese mal que habíamos cometido. ¡Por ello es nuestro Salvador!
Al resucitar a Jesús de entre los muertos, Dios introduce una esperanza con respecto a la muerte, una seguridad de vida para todo creyente. Esta victoria de Cristo y sus consecuencias fueron adquiridas para todos los que confían en él. ¡Esta es la esperanza cristiana!
Amigos cristianos, a veces podríamos sentirnos como aplastados por la progresión del mal en este mundo. ¡Pero no nos desanimemos! Nuestra esperanza está ligada a Jesús resucitado. Ella no hace que nuestras luchas desaparezcan, pero nos permite sostenerlas mirando hacia a él, quien pronto vendrá a llevarnos al cielo. Esta perspectiva nos dirige hacia el Dios de gloria y nos anima a actuar pensando en lo que es eterno.
1 Reyes 20:22-43 – Romanos 4 – Salmo 63:5-11 – Proverbios 16:5-6
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