Lo que Hace la Diferencia
Desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí,
¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado?
Mateo 27:45-46.
En ciertas regiones del norte de Europa hay aldeas donde cada viernes a las tres de la tarde suenan las campanas de la iglesia. Recuerdan un día único en la Historia: aquel en que a las tres de la tarde Jesús murió en la cruz.
Desde el momento en que Jesús fue crucificado, la cruz dividió a la humanidad en dos grupos. Así, el día de su muerte, uno de los malhechores crucificados con él persistió en los insultos contra Jesús, mientras que el otro, reconociendo la divinidad e inocencia de Jesús, le rogó diciendo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:42). Al pie de la cruz, los religiosos judíos se burlaban de Jesús, mientras que el centurión romano, asombrado por el acontecimiento, exclamó: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mateo 27:54).
Aún hoy muchas personas permanecen indiferentes a la muerte de Jesús. La consideran como un acontecimiento del pasado que no les concierne, mientras que otros se abren al mensaje que irradia de la cruz. Son conscientes de que la muerte de Jesús es la prueba de su amor. ¿Sabe usted lo que hace la diferencia para Dios? No son nuestras obras, ni nuestros sentimientos, sino nuestra actitud ante la cruz de Jesús. En definitiva, sólo son verdaderos cristianos los que han reconocido en Jesús crucificado al Hijo de Dios, y se han dejado atraer por su amor, más fuerte que la muerte.