Las Conductas con Riesgo
No hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. Mirad a mí, y sed salvos todos los términos de la tierra,
porque yo soy Dios, y no hay más.
Isaías 45:21-22.
La roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
Salmo 73:26.
Bajo este título, en una revista especializada, un antropólogo evoca las tentativas de suicidio, la toxicomanía, el gusto por los deportes de riesgo y otros trastornos.
Él analiza estos comportamientos y dice que pueden ser llamadas de atención que ciertos jóvenes lanzan a sus familiares, para quienes tienen la sensación de no importarles. También pueden ser como desafíos lanzados a la muerte, a la que provocan porque le tienen miedo. A menudo estas conductas con riesgo se deben a una juventud frustrada, que busca un ideal, que clama así su desilusión y su dificultad para vivir.
Sin embargo, aún hoy Jesús se presenta como aquel con quien vale la pena vivir. Cada ser humano, aun el más insignificante, tiene valor para Jesús. Él ama a todos los heridos por la vida, sin excepción, y desea atraer a cada uno hacia una vida con él, una vida que verdaderamente valga la pena ser vivida.
Jesús desea arreglar el malestar interior, consecuencia del pecado y de nuestro alejamiento de Dios. Este mal está en el origen de todos los desórdenes que conoce nuestra sociedad.
Entre todas las conductas con riesgo, la más trágica es descuidar los llamados urgentes de un Dios que, aún hoy, salva a todos los que acuden a él por Jesucristo.