
Amigos creyentes, la tentación interior siempre nace bajo la forma de pensamientos o imágenes, pero el amor de Cristo y el deseo de agradarle son un filtro muy eficaz que nos permite rechazar el mal. Como decía Lutero, no podemos impedir que los pájaros vuelen sobre nuestra cabeza, pero podemos impedir que aniden en ella. Si aceptamos un mal pensamiento, corremos el riesgo de dejarnos seducir, nos volvemos cautivos de él y acabamos por ponerlo en práctica; lo que nos hace más vulnerables frente a la próxima tentación. Por el contrario, cuando un mal pensamiento nos viene a la mente, si clamamos al Señor y lo rechazamos, seremos liberados.
Pero si hemos cedido a la tentación, no permanezcamos en nuestro fracaso. ¡Confesémoslo al Señor! Él nos ayudará y nos dará la victoria sobre el mal.