La Oración Intercesora
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy,
también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado;
porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
Juan 17:24.
En Juan 17 el Hijo de Dios habla como hombre en esta tierra con su Padre. Nosotros, seres humanos, podemos escuchar esta conversación entre estas dos personas divinas. ¡Qué privilegio y qué gracia! Aunque todavía faltaban unas horas para su muerte en la cruz, Jesús ya hablaba como si hubiese cumplido la obra de salvación. Él sabía que iba a llevarla a cabo. Entonces pidió a Dios: “Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (v. 5). Durante su vida en la tierra, el Hijo de Dios había velado su gloria eterna, porque los hombres no podían soportarla. Después de su obra, volvió al cielo y allí se vio nuevamente su eterna gloria, la que tenía desde siempre como Hijo en la casa de su Padre.
En el cielo, allí en donde él había estado como Hijo eterno desde siempre, entró con una gloria más, la de un hombre glorificado.
El versículo del encabezamiento nos revela que su deseo y voluntad es que los suyos, que aún están en la tierra o que ya durmieron, estén con él en la casa del Padre. Para ello, conforme a su promesa él va a volver, quizás hoy, a buscar a los que hemos aceptado su sacrificio en la cruz por nuestros pecados. Entonces le veremos como Hombre glorificado, y nos será otorgado contemplar y admirar su eterna gloria, gloria que tan sólo le pertenece a Él, la cual tuvo que esconder por un tiempo para venir a salvarnos.