Preguntémosle al Señor: «Maestro, ¿no te preocupa la injusticia que reina en el mundo? ¡Mira ese país donde se bota lo que sobra, al lado de ese donde reina la miseria! Mira a esta persona que no sabe qué hacer con su dinero, y a esos desempleados sin derechos. ¡Diles que compartan!». La respuesta del Señor Jesús será la misma: “¿Quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?”.

¿Acaso el Señor aprueba las injusticias? ¡Por supuesto que no! Si responde así es porque no quiere ocuparse de las consecuencias y dejar subsistir las causas. Lo comprenderemos bien leyendo la continuación de su respuesta: “Guardaos de toda avaricia”. La raíz de todas las injusticias es el amor al dinero unido al egoísmo. Jesús no vino para condenar, sino para salvar (Juan 3:17). Hoy es el día propicio para volverse a él y así escapar al juicio que caerá sobre la tierra.

En cuanto a nosotros, cristianos, pensemos en el Señor Jesús. ¡Esto apartará de nuestros corazones el egoísmo! Él, dueño de todas las cosas, vivió en la pobreza para enriquecernos… Al mismo tiempo, anunció el Evangelio para responder a las necesidades espirituales del hombre. Le abrió el camino de la reconciliación con Dios.