
Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo el Señor.
Jeremías 2:22
Jesucristo… nos lavó de nuestros pecados con su sangre.
Apocalipsis 1:5
Adolphe Monod (1802-1856) escribió: «La conversión no es un desarrollo gradual, una mejoría progresiva de todas las buenas determinaciones. La voluntad y las intenciones humanas podrían estar desarrollándose y mejorándose durante un siglo, pero nunca podrían dar algo diferente de lo que son en sí mismas. Saulo de Tarso seguiría siendo Saulo de Tarso, y Pablo nunca hubiese existido. Mediante la conversión él no se volvió mejor, sino diferente; no fue más fiel a sus principios que antes, sino que sus principios cambiaron».