Deuteronomio 4:10
(Jesús dijo:) Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
Juan 6:63
Hacia el año 600, Gregorio el Grande escribió lo siguiente: «¿Qué es la Escritura (la Biblia), sino una especie de carta del Dios todopoderoso dirigida a sus criaturas? Y seguramente, si usted recibiese cartas de un emperador terrenal, no dejaría pasar el tiempo, no descansaría ni dormiría hasta saber qué escribió el emperador. El Emperador del cielo, el Señor de los hombres y de los ángeles, le ha enviado sus epístolas para bien de su vida; sin embargo… usted no las lee diligentemente. ¡Estúdielas, se lo suplico, y medite diariamente las palabras de Dios».
Tristemente no todos los jefes religiosos han predicado lo mismo, y en ciertas épocas se evitó e incluso se prohibió a los fieles leer la Biblia. Sin embargo, ¿no está bien fundada esta exhortación milenaria de Gregorio el Grande? Todo lo que Dios quiso revelar a los hombres se halla en la Palabra de Dios. La Biblia era actual en la Edad Media como lo es hoy. Los progresos técnicos no la pusieron en tela de juicio. Los repetidos esfuerzos para destruirla o alterar su autoridad no le impidieron atravesar los siglos y llegar hasta nosotros. Su difusión es cada vez mayor: en 2010 fueron distribuidos más de 29 millones de ejemplares de la Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento) y 10 millones de Nuevos Testamentos. La Biblia es traducida, al menos una parte, en más de 2.550 lenguas y dialectos.
¡No tendremos excusa si descuidamos lo que Dios quiere decirnos!
Por: La Buena Semilla.
Postal vía: El Buen Pastor
