Cuando nuestra vida entra en una rutina se produce en nosotros un estancamiento que no nos permite crecer en ningún sentido. Por eso las aguas estancadas desprenden un mal olor, porque no tienen movimiento. Dios no quiere eso para nosotros; al contrario, quiere sorprendernos, pero tenemos que estar en la disposición de cambiar muchas cosas que hemos venido haciendo durante años y son parte de un estilo de vida.
Es difícil romper con los patrones ya establecidos porque nuestra mente los ha aceptado como buenos, no permitiendo que emprendamos nuevos retos. Pero el tiempo que pasa nunca se recupera, y lo más triste es llegar al ocaso de nuestra vida y decir “¡Si lo hubiera hecho!”. Para muchos Jesús era una incógnita. Jamás nadie sabía dónde dormiría ni dónde amanecería, porque donde lo llevara el Espíritu eso hacía, pues Él es quien hace todas las cosas diferentes.
Es tiempo de salir de la rutina para poder disfrutar de una vida plena en el Espíritu, llena de aventuras y sorpresas que nunca se olvidarán, porque hasta la oscuridad será día y nuestra vida más radiante que el mediodía.
Pastora Montserrat Bogaert
Carlos M. Thompson R.
Bendiciones,
Excelente apreciación sobre la monotonía y la rutina, me impacto el ejemplo de las aguas estancadas, me sirve como tema para una predica.