(Dios) hace salir su sol sobre malos y buenos… hace llover sobre justos e injustos.
Mateo 5:45
¿Qué pagaré al Señor por todos sus beneficios para conmigo?
Salmo 116:12
Al igual que Jacob, el hombre religioso cree que puede negociar con Dios: si Dios lo bendice, está dispuesto a consagrarle tiempo y dinero. ¡Es el «uno por otro»!
Pero Dios no razona de este modo, pues cuando da, es un regalo, algo gratuito; y no exige nada a cambio. El sol y la lluvia son dados a los malos como a los buenos. Hubiésemos comprendido mejor si diese esas bendiciones de la naturaleza solo a los creyentes, y no a sus enemigos; sin embargo no es así. ¡Esa es la gracia de Dios; no la merecemos!
Pero los dones de Dios no se limitan al plano material. Él dio a su Hijo unigénito para liberarnos de la perdición eterna. Jesús “se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9). Luego murió por nuestros pecados, pagó nuestra deuda, sin pedir al hombre nada a cambio.
La gracia de Dios no necesita una participación de nuestra parte, no tenemos nada que añadir. Esto no significa que Dios pase por alto todo, como si fuese un Dios indulgente. Todo lo contrario, el castigo que merecían nuestros pecados fue pagado por Jesús, para que nuestra salvación fuese gratuita.
Entonces, ¿qué podemos dar a Dios? Nada, solo podemos agradecerle y alabarlo con un corazón sincero. Él espera de cada creyente, no el resultado de un intercambio o de una obligación, sino que su corazón diga con gratitud: “Todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Crónicas 29:14).
Éxodo 19 – Hechos 14 – Salmo 31:1-8 – Proverbios 11:3-4
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