1 Corintios 15:25-26
«Soñé, soñé realmente con un país donde el alegre sol me hace cantar y la gente se ama realmente». Así, más o menos, decía el estribillo de una canción que aprendí en mi infancia. Este sueño del triunfo del bien está en el corazón de cada uno de nosotros. ¿Es una utopía?
Jesús vino a esta tierra tomando un cuerpo humano y obrando entre la gente. Él es mucho más que un hombre de bien, mucho más que un maestro excepcional, ¡es Dios mismo! Pero el hecho de que los hombres no hayan querido saber nada de él, descarta la esperanza de establecer el reino del bien en la tierra mediante esfuerzos humanos. Los hombres no conocen el verdadero bien y son incapaces de hacerlo.
El concepto del bien está directamente ligado a la persona de Jesucristo. Solo él puede iluminarnos sobre lo que es realmente el bien, no solo mediante su ejemplo, sino por su Palabra, que nos enseña la voluntad de Dios, y por su Espíritu que nos da la fuerza para ponerla en práctica. Así los creyentes pueden mostrar algo de este bien según Dios: justicia, bondad, amor… No mediante un cumplimiento de leyes y reglas, sino a través de la expresión de una vida que Dios da a todo el que va a él por medio de Jesucristo.
Independientemente de las circunstancias en las que viva un creyente, este puede vivir confiado. Sabe que Dios llevará a cabo victoriosamente sus planes hasta el momento en que Cristo reine. “Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro” (Salmo 89:14). Hoy es necesario creer en él y recibir su gracia. Mañana, antes de reinar, tendrá que juzgar.
Números 10 – 2 Timoteo 4 – Salmo 77:10-20 – Proverbios 18:8
© Editorial La Buena Semilla