La línea que divide la vida de la muerte, la salvación
de la condenación, depende de nuestra decisión de
seguir a Jesús o rechazarlo. NO tan solo decir yo sigo
a Jesus, es actuar, es obedecer, es creer,
es morir a nosotros mismos para que El viva.
Amén!!
¡Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne,
lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y
se entregó a sí mismo por mí!
Gálatas 2:20