Entré a un restaurante y pedí un desayuno ligero
cuando la camarera me trajo el desayuno,
le dije: gracias. A lo que me contestó: ¡Que lo disfrute!
Aquellas palabras fueron una bendición para mí.
Era una decisión que me ofrecía éste día.
Podía pasar todo el día inconsciente de los
milagros que me rodeaban o podía sintonizarme y
“¡Disfrutar!”
Grandes son las obras de Jehová,
buscadas de todos los que las quieren.
Salmo 111:2