El Oficial y su Sierva (2 de 2)
Ninguno de ellos podrá en manera alguna…
dar a Dios su rescate.
Salmo 49:7.
Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos.
1 Timoteo 2:5-6.
Bajo su brillante uniforme Naamán, gran oficial sirio, escondía un mal que ineludiblemente lo conducía a la muerte: tenía lepra. Pero Dios permitió que la muchacha israelita hablase del gran Dios Salvador a la mujer de Naamán. Éste se puso en camino hacia Samaria, para ver al profeta Eliseo. Por prudencia llevó una carta de recomendación de su soberano, y muchos regalos, con los cuales pretendía pagar su curación.
Primero se dirigió al rey de Israel y le entregó su carta, pero lógicamente el rey le respondió: “¿Soy yo Dios, que mate y dé vida?” Y en efecto, Dios dice: “No hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí” (Isaías 45:21). Entonces Naamán fue a la casa del profeta. Ante la simplicidad de la solución propuesta por Eliseo: “Vé y lávate siete veces en el Jordán… y serás limpio”, empezó a irritarse. Después, siguiendo el consejo de sus siervos, decidió obedecer. Se lavó en el Jordán y fue sanado.
Este relato nos interpela. Todos padecemos esta enfermedad llamada pecado, la cual conduce a la muerte eterna. Sólo Dios puede y quiere liberarnos. No espera nada de nosotros; al contrario, ofrece la curación a toda persona que reconozca su culpabilidad y crea en el sacrificio de Jesús, quien, en nuestro lugar, llevó nuestros pecados y sufrió el juicio en la cruz. ¡Acepte ahora esta salvación gratuita!
Fuente: www.amen-amen.net