El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Proverbios 28:13
El joven egipcio
1 Samuel 30:11-15
Al regresar de una campaña militar, David descubrió que su ciudad había sido saqueada e incendiada, y que toda su familia había sido tomada prisionera. Entonces clamó a Dios y, animado por su respuesta, persiguió a los saqueadores. En el camino hallaron a un joven esclavo egipcio, enfermo y agotado, abandonado a una muerte segura. Él contó: “Yo soy siervo de un amalecita, y me dejó mi amo hoy hace tres días, porque estaba yo enfermo” (1 Samuel 30:13).
Este informó a David sobre su participación en el saqueo al pueblo. A pesar de ello David se ocupó de él y le prometió no entregarlo en manos de su antiguo dueño.
En esta historia, David nos hace pensar en Jesucristo y en lo que hizo por los hombres. El mundo creado por Dios fue devastado por el pecado, y Satanás esclavizó a todos los hombres a su dominio. Este déspota, fingiendo una gran tolerancia con respecto al mal, sigue siendo un amo duro y cruel. El mundo, sistema que organizó en la tierra, está en oposición con la voluntad de Dios y carece de amor.
¿Qué hacer entonces? Simplemente ir a Jesucristo, declararle todo lo que hicimos mal, sin esconderle nada. Si alguien se siente como ese joven egipcio, abandonado y cansado de su vida pasada, vaya a Jesús mediante la oración, abra su corazón ante él sin temor. Recibirá del Salvador la seguridad de su gracia. ¡Ya no será esclavo de Satanás, sino libre por Jesucristo! ¡Y esta liberación será para siempre! “Vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios… tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13).
Deuteronomio 6 – Juan 5:1-23 – Salmo 116:1-11 – Proverbios 25:6-7
© Editorial La Buena Semilla