
Decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero.
Apocalipsis 6:16
Jesús… nos libra de la ira venidera.
1 Tesalonicenses 1:10
Desde la infancia, el comportamiento de los individuos está marcado por el miedo: miedo al lobo, a la oscuridad, a los truenos… Los adultos tienen otros miedos: a la muerte, a las epidemias, a los ataques terroristas, al desempleo, a la contaminación, etc. La inquietud puede transformarse en psicosis colectiva y en pánico generalizado. Por ello hay gente que se moviliza para protestar contra esas amenazas.
Los mayores peligros que nos amenazan son los que ponen en juego el futuro eterno de nuestra alma. ¿Cómo podríamos permanecer indiferentes ante ellos? ¿Somos conscientes de que cuando dejemos esta vida, nuestra condición eterna estará determinada de modo irreversible?