Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Mateo 6:24, 33
Mientras miraba las ofertas de empleo, una de ellas me llamó la atención. Allí se veía la foto de una pirámide egipcia con una inmensa estatua y la siguiente inscripción: «¿El espíritu del dios Tusobjetivosalcanza-Ra vive en ti?». Y debajo: «Buscamos vendedores…».
Esta exigencia tiránica de mejorar los resultados no proviene solo de los directores. Ellos mismos están sometidos a una competencia cada vez más severa entre las empresas. El que no logra seguir es dejado de lado.
Nótese que este anuncio presenta el hecho de alcanzar los objetivos como un dios (Ra, nombre de un falso dios del antiguo Egipto). El mundo donde vivimos no quiere saber nada de Dios; rechazó a Jesucristo, pero tiene sus propios dioses. Las riquezas son, efectivamente, un poder al cual la Biblia llama el dios Mamón. Ella afirma que no podemos servir a dos señores, es decir, a Dios y a las riquezas.
Si soy cristiano, debo preguntarme en quién pongo mi confianza: ¿En Dios o en lo que poseo? La Biblia nos dice que la codicia, la ambición de poseer más y más, es idolatría (Colosenses 3:5). Es poner las riquezas en el rango de un dios a quien consagramos mucho tiempo y energía. Claro que debemos trabajar y administrar lo mejor posible nuestros bienes, pero nuestra confianza está en Dios. Mediante la oración recibimos la sabiduría de Dios, y dependemos de él. Experimentamos una comunión viva y ferviente con el Señor, tratando de hacer lo que él aprueba.
Lamentaciones 1 – 2 Corintios 13 – Salmo 107:10-16 – Proverbios 24:3-4
© Editorial La Buena Semilla