Unos decían: Es bueno; pero otros decían: No, sino que engaña al pueblo.
Juan 7:12
(Jesús) les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Mateo 16:15-16
Las palabras de Jesús llevaban a sus auditores a adoptar posiciones radicalmente opuestas entre sí. O bien, como sus discípulos, aceptaban que Su autoridad venía de Dios mismo, o como la mayoría de los líderes religiosos, se oponían enérgicamente a él. Las cosas no son muy diferentes hoy, pues no podemos permanecer neutros ante las palabras de Jesús. El que trata de permanecer neutro, ya rechazó a Jesús en lo más profundo de su ser. Cada persona debe tomar la decisión de creer en Jesús o rechazarlo; las dos posiciones son incompatibles. Es mucho más fácil decir que Jesús solo era un reformador moral, un pensador. ¡Pero Jesús es mucho más que esto! Es la única esperanza para el hombre. Mediante su muerte ofrece, a cada persona, la posibilidad de reconciliarse con Dios y tomar su lugar en la familia de aquellos que fueron perdonados por Dios.
Jesús llama a cada uno de nosotros, sea cual sea nuestra nacionalidad y rango social. No nos pide que formemos parte de un sistema de doctrina en particular, sino que vayamos a él con una confianza sincera, aunque a veces pueda ser indecisa.
Creer en él no es algo nuevo, pues hace aproximadamente dos mil años que Jesús hace la misma invitación al hombre. “Estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida” (Mateo 7:14). Pero el que pasa por esta puerta y sigue este camino experimentará el infinito gozo de ser amado por Dios y de conocerlo como a un Padre.
Isaías 14 – 1 Tesalonicenses 3 – Salmo 40:13-17 – Proverbios 13:5-6
© Editorial La Buena Semilla