Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo:
He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Ap. 21:4-5
Es imposible hacerse una imagen de la nueva creación anunciada en la Biblia. No tenemos las palabras suficientes para describirla. Sobre todo se trata de lo que ya no existirá. Si se debiera resumir en cinco palabras la historia del mundo, quizá se podría hacer con los versículos del encabezamiento: “Lágrimas … muerte … llanto … clamor … dolor”.
Todo lo que nos recuerda la tierra actual habrá desaparecido. Las innumerables lágrimas vertidas habrán sido enjugadas definitivamente por Dios mismo. La muerte, ya vencida por Cristo en la cruz, con el llanto, su siniestro e inseparable compañero, habrá sido “sorbida” en victoria (1 Corintios 15:54). El clamor, expresión de desesperación, y el dolor habrán dado lugar a un gozo eterno. Salvo, para los perdidos, por desdicha, porque el infierno existe, ¡qué espantosa realidad!
¿Quién poblará esta nueva creación? Todos los hombres y mujeres que crean en Dios durante su vida terrenal, que confiesen sus pecados y sean perdonados en virtud de la sangre de Cristo vertida en la cruz. Sólo ellos podrán apreciar lo que Dios ha preparado para los suyos. Serán felices sometiéndose a Dios. Será el mundo que corresponde al pensamiento de Dios, un mundo lleno de seres que estarán completamente de acuerdo con él y los unos con los otros.