Los desastres naturales son parte de la realidad de una tierra en constante movimiento. Sabemos que muchos de estos fenómenos, tales como los terremotos, los tornados, los sunamis, los huracanes producen fatalidad y daños.
Pero nada se compara al desastre producido por el ser humano, especialmente cuando, sin ninguna razón aparente, alguien dispara indiscriminadamente a una multitud humana, cuyas personas están indefensas, distraídas, relajadas y entretenidas viendo un concierto de música en vivo.
La pregunta que muchos se hacen es, ¿Qué hay en la cabeza de alguien que usa un arma automática que dispara ráfagas de balas por segundo para matar a gente inocente?
¿Insanidad?, Sí. ¿Rabia?, También. ¿Vacíos?, Definitivamente sí.
Pero lo más grave que tiene… es la falta de Dios en su corazón.
La maldad crece en la medida en la que apartamos a Dios de la vida humana.
Se le ha sacado de todo lugar y esto se sigue haciendo, especialmente en la medida en la que a la falta de Dios la llaman “modernidad”.
¿Se puede vivir en estos tiempos con Jesús en el corazón? Sí… Un rotundo sí.
Pero pareciera que el libertinaje fuera la “religión” de moda; así entonces, todo pensamiento es aceptable y toda locura es “permisible”…
Quizás los desastres naturales no los podamos detener, pero el desastre humano sí, ¿Cómo?, cuando los creyentes salgan de las cuatro paredes de un templo, para ir y predicar el evangelio, para extenderle una mano al que tiene problemas de drogadicción, de pornografía, al que está atrapado en el vicio de las apuestas, al que ha sido abandonado por sus padres… cuando no somos insensibles ante el dolor de los demás, sino que, como lo hizo Jesús, somos capaces de mostrar compasión, bondad y amor genuino.
Es por eso que, masacres como la de Las Vegas no me sorprenden, aunque me encogen el corazón de tristeza por sus familias y el dolor causado que producirá en miles que va a producir rencor, odio y deseos de venganza.
¡Que no nos sorprendan más estos actos!… simplemente porque nos levantamos como personas de fe a predicar la Palabra de Dios; solo así los corazones cambiarán y evitaremos el dolor de ser testigos de mayores desastres causados por el ser humano.
Oremos por las familias de las víctimas, por la recuperación de los heridos, pero oremos para que los creyentes se levanten y establezcan lazos de amor, paz y restauración en una sociedad que está quebrantada.
Versículo: “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” Romanos 6:23 (RVR60)
Buen Dia
Juan C Quintero
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