El pasado día 17 de septiembre nació mi segundo hijo. Durante la mañana de ese día, en la habitación de la clínica me encontraba con mi hijo Benjamín esperando que llevaran a Matthias a la habitación. Amo a mis hijos con un amor que no se puede describir. Dios ha permitido que se sienta ese tipo de amor por nuestros hijos. Me gusta oírlo llamarme, venir corriendo a abrazarme y darme un beso. Ese muchacho junto con el bebé nos tiene a mi esposa y a mí derretidos de amor.
La Palabra de Dios dice en 1ra. Juan 3:1 “Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él”. También dice en 8:14,16 y 19 “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. (…) El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, (…) Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios”.
RECUERDA, ASÍ COMO EL AMOR POR NUESTROS HIJOS NO SE PUEDE MEDIR Y LO QUE SOMOS CAPACES DE HACER POR ELLOS ES INCONTABLE, MUCHO MÁS GRANDE E INMENSO ES EL AMOR QUE DIOS TIENE POR LOS QUE SOMOS HIJOS DE ÉL. PARA SER HIJO DE DIOS ES IMPRESCINDIBLE QUE CRISTO JESÚS SEA EL SEÑOR, REY Y SALVADOR DE NUESTRAS VIDAS Y QUE POR ENDE, EL ESPÍRITU SANTO GUÍE CADA PASO DE NUESTRO CAMINO. ¿YA TIENES A CRISTO JESÚS EN TU VIDA?
Dios te bendiga,
Luis Manuel Polanco Schott
