Biografía bíblica – Letra – M

mMALAQUIAS

El nombre de Malaquías significa “Ángel de Jehová”. Algunos creen que Malaquías es simplemente el nombre del libro del Antiguo Testamento escrito por Esdras. Pero la mayoría de las demás fuentes afirma que es el último de los profetas. Sus mensajes fueron claros y tajantes, de aliento para el desanimado pueblo de Israel. Poco se sabe de él, excepto que fue un profeta que predicó y escribió.


MARCOS

El nombre es de origen romano. En los Hechos de los Apóstoles se menciona a un judío de Jerusalén que llevaba este nombre. Era común por entonces entre los hebreos llevar un nombre doble —uno hebreo y otro gentil—, con el fin de integrarse más fácilmente en los círculos griegos y romanos. En las cartas del apóstol Pablo y en 1 Pedro hay pasajes por los cuales se identifica fácilmente a este personaje con el autor del segundo evangelio.

Dicho evangelista es la misma persona que se menciona, bajo el nombre de Juan Marcos, en Hch.12:12, 25; 13:5, 13, y como pariente y discípulo de Bernabé (Col. 4:10). Al mencionar al joven que, vestido solamente con su túnica, se apresuró a seguir a Cristo, refiere probablemente algo que le pasó a él mismo (Mr. 14:51, 52). Fue el compañero de Pablo y Bernabé en el viaje que éstos hicieron por Chipre y hasta llegar a Perga en Panfilia, punto en el cual los dejó y volvió a Jerusalén para gran disgusto de Pablo (Hch. 13:5, etc.; 15:37-39). Con todo, trabajó fielmente con Bernabé en Chipre, y Pablo le menciona cuando se hallaba en Roma, como uno de los que estaban asociados con él (Col. 4:10, 11; 2 Ti. 4:11; Flm. 24). También acompañó después a Pedro a Babilonia (Roma[?]). Como era el hijo de aquella María en cuya casa en Jerusalén acostumbraban a reunirse los apóstoles, es probable, por lo tanto, que Pedro le diera instrucción especial en las doctrinas del cristianismo, y que con tal motivo le llamara hijo (1 P. 5:13; cf r. 1 Ti. 1:2 y 2 Ti. 1:2). 


MARÍA DE BETANIA

María, la hermana de Lázaro y Marta, sólo aparece brevemente en las Escrituras. Junto con su hermana Marta la vemos en el Evangelio de Lucas cuando reciben a Cristo en su hogar. María se sentó a los pies de Jesús oyendo embelesada las palabras que pronunciaba, mientras Marta estaba afanada sirviendo. Jesús alabó a María por haber “elegido la buena parte”, lo que es realmente necesario (Lucas 10:42). La siguiente mención a  María es en la resurrección de Lázaro. Tan pronto como Marta oyó que Jesús llegaba corrió a su encuentro, pero María se quedó en la casa hasta que Jesús la llamó. Ambas hermanas le dijeron: “Señor, si hubieses estado aquí mi hermano no habría muerto” (Juan 11:21‑32). Aunque Lázaro tenía cuatro días de muerto, Cristo lo resucitó y muchos judíos que habían seguido a María creyeron. Juan declara que ésta es la misma María que ungió al Señor en la fiesta de Betania. 


MARTA, LA MADRE DE JACOBO Y JOSE

María era esposa de Cleofás; éste a su vez era hermano de José, el esposo de la virgen María. A María se le recuerda principalmente como miembro del grupo de mujeres que presenciaron la crucifixión, siguieron el cortejo fúnebre y fueron testigos de la sepultura de Cristo (Mateo 27:56, 61). Estuvo entre las primeras que llevaron especias al sepulcro para ungir el cuerpo de su Señor difunto. Pero al llegar al sepulcro, su dolor se convirtió en alegría porque su Señor había resucitado. 


MARÍA, LA MADRE DE JUAN MARCOS

Madre de Juan Marcos y tía de Bernabé (Colosenses 4:10), puso su hogar a disposición de los creyentes como centro de adoración. Quizá fue allí donde se realizó la última cena, y el Pentecostés. También consta que al salir de la prisión Pedro fue allá (Hechos 12:12). Además, María era mujer de recio carácter; probablemente era una viuda acaudalada, que poseía casa propia y sirvientes (Hechos 12:13). Se dice que el hogar de María estaba en el extremo occidencial en tiempos de Jesús. 


MARÍA, LA VIRGEN

Hubo en la ciudad de Nazaret una virgen llamada María, comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, del  linaje de David. Un ángel del Señor le reveló que, por haber hallado gracia en los ojos del Señor, había sido elegida como virgen madre de Aquel que salvaría a Israel de sus pecados (Mateo 1:18‑21). María pasó tres meses de su embarazo con Elizabet su prima, que había de ser la madre de Juan el Bautista. Al acercarse el tiempo del nacimiento de Jesús, María y José tuvieron que viajar a Belén por razones de impuestos (Lucas 2:1‑5). Fue allá donde nació Jesús en un tosco establo (Lucas 2:6‑7). El ministerio público de Jesús comenzó con el milagro de Caná de Galilea en donde María procuró que él proveyera el vino en la fiesta de bodas (Juan 2:1‑11). María presenció la crucifixión de su hijo. Estando pendiente de la cruz, Jesús pidió a Juan, su discípulo amado, que tomara en la vida de María el puesto del hijo agonizante, y a María le pidió trasladar su afecto maternal a Juan (Juan 19:25‑27). Tras la ascensión de Jesús, María continuó como creyente devota del Camino, y la última vez que aparece es en el aposento alto (Hechos 1:14). Afirma la tradición que se fue a Éfeso a vivir cerca de Juan, y que allí pasó sus últimos años. 


MARIA MAGDALENA

En el pequeño pueblo de Magdala (hoy día Mejdel), famoso por su riqueza e inmoralidad, situado a unos cinco kilómetros de Capernaum, en la costa noroccidental del mar de Galilea, nació María Magdalena. Quizá sea la María de quien Jesús echó siete demonios (Marcos 16:9); se duda que sea la mujer de Lucas 7:37 que lavó los pies de Jesús con ungüento y lágrimas. No debe confundirse a María Magdalena con María de Betania, hermana de Marta y Lázaro. La primera mención bíblica que de ella tenemos está en Lucas 8:2, en que junto con otras mujeres servía a Jesús. Probablemente María Magdalena estuvo entre las mujeres de Lucas 23:49 que presenciaron la crucifixión, pues hallamos que más adelante (Marcos 16:1) fue con Salomé y María la madre de Jesús a ungir el cuerpo del Señor en el sepulcro. Pero en la tumba no estaba el .cuerpo de Jesús, sino unos ángeles. Cuando Jesús le apareció en la tumba vacía, ella lo confundió con el jardinero hasta que él pronunció su nombre. Él le encargó ir a decir a los demás discípulos que pronto ascendería a Dios (Juan 20:11-18). Después de este incidente las Escrituras callan respecto a María Magdalena.


 

MARIA, HERMANA DE MOISÉS

“Porque yo te hice subir de la tierra de Egipto, y te redimí de la casa de servidumbre; y envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a María (Miriam)” (Miqueas 6:4).

Léase: Exodo 15:20, 21; Números 12; Miqueas 6:4

Miriam o María es una profetisa y cantora de Israel. Es una de las mujeres que, como Débora, fue elegida y capacitada por el Señor para contribuir a la redención de su pueblo.

Era bastante mayor que Aarón y Moisés. De su encuentro con la princesa egipcia en el Nilo sabemos que era una chica sagaz. En efecto, Joquebed, su madre, podía encargarle el cuidado y supervisión del pequeño Moisés sin vacilación. Y aunque fue ella la que salvó la vida de Moisés, siempre se la ve en compañía de Aarón y no de Moisés. Esto es perfectamente natural. Moisés había vivido en el palacio y asistido a las escuelas de los egipcios. Luego, poco después de su primera aparición pública había tenido que emigrar a Madián. Entretanto, María y Aarón vivían juntos en su hogar tranquilo en Amram. Fue por esto que María no conocía a Moisés a fondo.

Por el contrario había una relación íntima entre María y Aarón. Duró toda su vida, y se vislumbra en ella, tal vez, un poco de celos con respecto al hermano menor. Sabemos, por ejemplo, que en el desierto de Sinaí, María y Aarón se opusieron a Moisés. Lo hicieron bajo el pretexto de que se había casado ilegítimamente con una mujer de los cusitas. En esta oposición fue María y no Aarón quien tomó la iniciativa. Esto es evidente del orden de sus dos nombres en Números 12:1: “María y Aarón hablaron contra Moisés.” María era la instigadora y la que tomó la palabra. Fue sobre ella que cayó la terrible maldición de la lepra.

El que la mujer etiópica de Moisés sirvió sólo como una excusa y pretexto para la rebelión, se hace evidente del contenido del argumento de María contra Moisés en que ni se menciona la mujer. La protesta era para subrayar que Dios había hablado también a través de ellos, no sólo de Moisés; se implica que no estaban muy dispuestos a aceptar la autoridad superior de Moisés. Esta rebeldía no fue vista con buenos ojos por Dios, como lo muestra el versículo 6 y siguiente: “Moisés es fiel en toda mi casa. Boca a boca hablaré con él y claramente y no por figuras… ¿Por qué, pues no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés.” María fue castigada a permanecer siete días fuera del campamento y esto sólo después que “Moisés clamó a Jehová, diciendo: “Te ruego que la sanes ahora.” Al fin fue restablecida y “María pudo reunirse con ellos”.

A partir de este incidente no se nos habla más de María. Al parecer, el don de profecía la había abandonado. Sólo sabemos que cuando murió fue sepultada en Kades. No se añade nada al comentario de que Israel lamentó su muerte.

Los días más brillantes de la vida de María fueron, pues, no los del desierto del Sinaí o de Kades, sino los que pasó junto al Mar Rojo. Eran los días después que Moisés, al regresar de la experiencia de la zarza ardiente, para revelar a los esclavizados hebreos la voluntad de Dios respecto a ellos, mostró a Faraón sus señales. Cuando salieron de Egipto y cruzaron el Mar Rojo no se nos hace mención alguna de los celos de María de su hermano menor. Entonces creía en la vocación de Moisés. Como profetisa se añadió a Moisés y a Aarón en su empresa común. Tomó su lugar a la cabeza de las mujeres de Israel y con entusiasmo cantó las alabanzas a Dios junto a las dunas del Mar Rojo.

Esta tiene que haber sido una escena impresionante. Israel se halla a salvo en la otra orilla. Faraón y sus hombres y sus caballos han sido tragados por las aguas. Moisés reúne a los hombres y María hace lo mismo con las mujeres. Dan una mirada a las aguas tranquilas ahora, sepulcro de los orgullosos egipcios y ven a la otro orilla, al aborrecido Egipto. Luego en un magnífico coro de instrumentos y voces, prorrumpen en alabanzas al Señor. María ya era de avanzada edad, se nos dice, pero su cara volvería a resplandecer hermosa como en los años de su juventud. Sosteniendo un pandero en la mano y acompañada de las otras mujeres danzando les respondía: “Canta a Jehová, porque en extremo ha triunfado gloriosamente; ha echado en el mar al caballo y al jinete.”

En aquel tiempo María creía; con todo, el orgullo y los celos estaban agazapados en su corazón. Se entusiasmó por la gloria de Moisés y todavía más por los grandes hechos del Señor. María alcanzó su mayor grandeza en aquella ocasión.

Pero la fe oscila. Por ello cayó María. Apareció en la superficie lo que llevaba escondido. Murmuró contra Moisés y se rebeló contra el Señor su Dios. Dios tocó su corazón, curó su leprá y la libró de su rebeldía e incredulidad.


MARTA, HERMANA DE MARÍA Y LÁZARO

Marta, la hermana de María y Lázaro (Juan 11:1), fue una mujer admirable y devota amiga de Jesús. Marta vivía en Betania, en donde ella, como hermana mayor, hacía de ama de casa. Se le menciona en la resurrección de Lázaro, en Betania. En ese incidente Marta, al oír que Jesús estaba en camino, fue a su   encuentro. En esta ocasión Jesús pronunció su magna declaración sobre la vida eterna (Juan 11:20-27). (Véase “Lázaro”.)  


MATEO

Mateo, o Leví, se destaca primordialmente como autor del Evangelio que lleva su nombre. Fue hijo de Alfeo y vivió en Capernaum, donde fue recolector de impuestos en la aduana  local. Aunque publicano, Mateo no era tan opulento como los publicanos romanos que subarrendaban la recolección de impuestos a gente del país como Mateo mismo. En Mateo 9:9 éste cuenta cómo fue llamado a ser discípulo: “Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió”. (Dos relatos paralelos del llamamiento de Mateo se hallan en Marcos 2:14 y Lucas 5:27-28.) La fiesta que luego reparó Mateo en honor de Jesús fue la que hizo que los fariseos preguntaran a Jesús por qué comía y bebía con publicanos y pecadores. No hay en el Nuevo Testamento ninguna otra mención directa de Mateo, excepto la lista de apóstoles en Lucas 6:15. Se cree que Mateo predicó en Judea de 12 a 15 años y  luego fue como evangelista al extranjero, y que murió en Etiopía en Macedonia. 


MATIAS

El único relato bíblico sobre Matías se halla en Hechos 1:15-26. En el círculo de los Doce, desempeñó el puesto abandonado por Judas Iscariote. José Barsabás fue otro candidato para el puesto. Presentados ambos nombres ante el Señor, los discípulos pidieron en oración que Dios determinara mediante la suerte a cuál habían de elegir. La suerte cayó en Matías, el cual “fue contado con los once apóstoles” (versículo 26). Nada definido se sabe sobre Matías .después de este acontecimiento, aunque se publicó un libro apócrifo con su nombre. 


Matusalén

Matusalén vivió cuando la tierra estaba llena de vileza y maldad. Su nombre significa “liberado de la muerte”. Fue hijo de Enoc y abuelo de Noé. Según la Escritura, fue el hombre de más larga vida. A la edad de 187 años tuvo por hijo a Lamec. AL morir tenía 969 años (Génesis 5:27). 


MELQUISEDEC

Dos veces se menciona a Melquisedec en el Antiguo Testamento (Génesis 14:18; Salmo 110:4). Fue un antiguo rey y sacerdote “del Altísimo” (Génesis 14:18). Después de una batalla, salió al encuentro de Abraham para ofrecerle bondadosamente pan y vino. Como rey de justicia y rey de paz, Melquisedec se convirtió en eterno representante y cabeza simbólica del más excelso orden del sacerdocio levítico, y el libro de Hebreos presenta a Cristo como sumo sacerdote según el orden de Melquisedec (Hebreos 5:6). 


MIQUEAS

Miqueas fue contemporáneo de Isaías y Oseas, y vivió en el MIQUEAS siglo octavo A.C. Su nombre significa “el que es como Jehová”, y fue quizás el primer hombre que profetizó o previno sobre la destrucción de Jerusalén. Durante su tiempo hubo mucho pecado tanto en Israel como en Judá, y Miqueas fustigó el pecado en los hombres de todos los niveles sociales. Trató principalmente de la moralidad social y la religión personal; destacó la justicia, la bondad y la humildad. El mensaje de Miqueas resonó en todo Israel y Judá, no obstante que pasó la mayor parte de su tiempo en el oeste de Judá. Su acuciosidad y su verdad aparecen en su estilo ferviente. Predijo que Jesús nacería en Belén (Miqueas 5:2). Miqueas 6:8 es uno de los grandes textos de la Biblia. “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”. 


MOISÉS

El legislador por excelencia del pueblo de Israel, uno de los grandes profetas de la Biblia, el libertador de los judíos de la cautividad de Egipto, que condujo a los hebreos desde allí hasta la tierra prometida. Habiendo sido impuesto originalmente por una princesa egipcia, este nombre es, sin duda, egipcio en su origen. Nombre: El nombre hebreo de Moisés, moseh, se vuelve a encontrar en la familia levítica de musa (Nm. 26:58). Su etimología es discutida. En tiempo de Filón y de Josefo se derivaba del copto (MO = agua, use = salvar), lo cual correspondería a la etimología popular que la Biblia pone en boca de la hija de Faraón (Ex. 2:10: pues yo le he sacado del agua; cfr. 2 S. 22:17). Si buscáramos una etimología semítica, echaríamos mano de la raíz msh, conocida en hebreo (pero muy rara) y en árabe: «[Dios] ha sacado [al niño del peligro o del seno materno] . 

La personalidad de Moisés: En todo lo que hizo y enseñó no fue más que el agente del Altísimo, y, sin embargo, la revelación que de su propio carácter se nos da es honrosa. Es elogiado como el hombre de Dios y, en un sentido elevado, el siervo de Dios. Escogió el servicio de Dios deliberadamente, a despecho de las fuertes tentaciones que tuvo de seguir una carrera mundana. El se consideró desde un principio como redentor de su pueblo, y al dar muerte al egipcio lo hizo en su carácter de tal, y así explica Esteban ese hecho (Hch. 7:25).

La desconfianza que él manifestó cuando fue llamado a la edad de ochenta años a acometer una empresa que él había creído desesperada cuando tenía cuarenta, le fue perdonada por Dios. Aunque naturalmente propenso a la ira y a la impaciencia, se dominó a sí mismo hasta el grado de merecer que se le llamara el más manso de los hombres (Nm. 12:3); y su fe, humildad e indulgencia, la sabiduría y el vigor de su administración, su inquebrantable celo y fe en Dios, y su desinteresado patriotismo, son cosas dignas de toda imitación (Ex. 32: 11-14; Nm. 11:29). No colocó a sus hijos en puestos públicos donde ejercieran poder y recibieran provecho. Muchos rasgos de su carácter y de su vida suministran interesantes elementos que lo hacen uno de los tipos de Cristo en sus diversas facetas, de Cristo como el libertador, el gobernante y el gala de su pueblo, rechazado por él, pero amándolo siempre, intercediendo por él como mediador, rescatándolo, enseñándolo y alimentádolo hasta llegar a la tierra prometida.


 

 

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