EFRAÍN
= «doble fructífero».
(a) El hijo menor de José y Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On.
Nació cuando José era primer ministro de Egipto (Gn. 41:45-52).
Jacob profetizó que Efraín sería padre de muchas gentes (Gn. 48:8-20).
ELA
= «grande y frondoso árbol».
Nombre de seis personajes bíblicos; entre ellos un rey de Israel (1 R. 16:6, 8-10; Gn. 36:41; 2 R. 15:30; 1 Cr. 4:15; 9:8; 1 R. 4:18).
ELCANA
= «Dios creó».
(a) Un levita, padre de Samuel, el profeta (1 S. 1:2; 1 Cr. 6:27, 34).
(b) Jefe en la corte de Acaz (2 Cr. 28:6).
(c) Nombre de dos descendientes de Coré (1 Cr. 6:35, 36).
(d) Otros se mencionan en 1 Cr. 6:23, 25:9-16; 12:6; 15:23.
ELEAZAR
= «Dios ha ayudado».
(a) El tercer hijo de Aarón (Éx. 6:23) y padre de Fineas (Éx. 6:25). Con sus hermanos y su padre fue consagrado sacerdote y más tarde actuó como tal (Lv. 10:6-20; Nm. 3:32; 20:25-28; Jos. 24:33; Jue. 20:28).
(b) Nombre de otros siete personajes (1 Cr. 23:21; 1 S. 7:1; 2 S. 23:9; Esd. 8:33; 10:25; Neh. 12:48; Mt. 1:15).
ELHANÁN
= «Dios es benigno».
(a) Hijo de Jair, o Jaare-oregim, dio muerte a Lahmi, hermano de Goliat geteo (2 S. 21:19; 1 Cr. 20:5). Es evidente que el texto de 2º Samuel ha sufrido una alteración en su transmisión.
(b) Hijo de Dodo, fue de los 30 valientes de David (2 S. 23:24; 1 Cr. 11:26).
ELÍ
Descendiente de Itamar y sumo sacerdote de Israel (1 S. 1:9; cp. 1 R. 2:27; 1 Cr. 24:3, 6). El primer libro de Samuel comienza con Elí como sacerdote. Samuel fue consagrado al servicio del Señor por su piadosa madre, y estuvo al servicio del tabernáculo bajo Elí. Los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, eran «hijos de Belial». Ayudaban a su padre, pero interferían en las ofrendas de la gente del pueblo, y pecaban en gran manera ante el pueblo. Elí habló con sus hijos acerca de las malas acciones que estaban cometiendo, pero no con la necesaria energía para impedir que deshonraran al Señor. La responsabilidad de mantener al pueblo de Dios ante Él residía en la casa sacerdotal. De ahí lo enorme del pecado de los jóvenes, y la gran responsabilidad de Elí por su negligencia. Un hombre de Dios fue a Elí, y le dijo claramente que estaba honrando a sus hijos antes que a Dios, detallándole algunos de los juicios que iban a abatirse sobre su casa, y que sus dos hijos morirían en un mismo día.
Como Elí permitió que sus hijos siguieran en sus pecados, Dios le envió un mensaje por medio de Samuel, recordándole los juicios de los que le había advertido el hombre de Dios, y repitiendo que era debido a que «sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado». Elí se sometió piadosamente a Dios, diciendo: «Jehová es; haga lo que bien le pareciere.» Pero siguió sin corregir el mal, para lo cual ya posiblemente fuera impotente. Éste fue el gran fracaso de Elí, aunque es evidente que por otra parte buscaba mantener el honor de Dios. Temblaba de temor cuando el arca fue llevada al campo de batalla, lo que terminó con el desastre de la captura del arca por parte de los filisteos y la muerte de sus dos hijos. «Ichabod» es el nombre que marca el estado de Israel debido al pecado de Elí: «traspasada es la gloria». Al oír estas tristes noticias, Elí cayó hacia atrás de la silla en que estaba sentado y murió desnucado. Había juzgado a Israel durante cuarenta años y tenía 98 (1 S. 1-4). Su descendiente Abiatar fue echado del sacerdocio por Salomón en cumplimiento de la palabra del Señor con respecto a la casa de Elí en Silo (1 R. 2:27).
ELIAB
= «Dios es padre».
Nombre propio de siete israelitas (Nm. 1:9; 16:1, 12; 1 S. 16:6; 1 Cr. 6:27; 12:9; 15:18-20).
Principales entre ellos son:
(a) el hermano mayor de David;
(b) un jefe que ayudó a sacar el censo de Israel en el desierto, y
(c) uno de los músicos cantores que acompañó al arca cuando ésta era llevada a Jerusalén.
ELÍAS
Significado: “Jehová es mi Dios”.
El más grande de los profetas de Israel (1 R. 17:1-24; 18:40; 19:1-21; 21:1-29; 22:1-40; 2 R. 1:1-2:8). Vivió en la primera mitad del siglo IX bajo el reinado de Acab. Elías alcanzó grandísima fama en Israel, más que los demás profetas.
Apodado “tisbita”, se cree que nació en Tisbe, en las montañas de Galaad, sitio identificado con un lugar situado cerca del rió Jaboc, hoy llamado Zerka. Su ministerio profético se narra en 1 R. 17:19, 21; 2 R. 1 y 2.
Su actividad comienza cuando enfrenta a Acab, rey de Israel, para pronosticar una sequía de tres años en el país. Por indicación divina, debió esconderse junto al arroyo de Querit, vecino al Jordán, y luego en la casa de una viuda en Sarepta, en tierras fenicias. En ambos lugares fue alimentado milagrosamente: primero por cuervos, y segundo mediante una milagrosa provisión de harina y aceite. Dios se sirvió de él para resucitar al hijo de la viuda (1 R. 17:2-24).
En su segundo encuentro con Acab, concertado por medio de Abdías su mayordomo, Elías propuso la gran concentración de los 450 profetas de los falsos dioses Baal y 450 de Asera, para demostrar delante de todo el pueblo quién era el verdadero Dios. Los falsos profetas fracasaron, pero Dios honró a su profeta, y contestó su oración enviando fuego del cielo que consumió el holocausto y el altar de Jehová que Elías había reconstruido. Jehová es aclamado y Elías degüella a los profetas de Baal junto al arroyo de Cisón (1 R. 18:1-46). Elías predice que la lluvia vendrá.
No obstante, ni el pueblo ni sus gobernantes se arrepienten. La reina Jezabel trama la muerte del profeta, quien huye al desierto, donde, desalentado, desea la muerte. Un ángel alimenta al profeta y le fortalece para caminar cuarenta días hasta Horeb, el monte de Dios. Allí recibe una triple orden divina: la unción de Hazael y Jehú como reyes de Siria e Israel, respectivamente, y la de Eliseo como sucesor suyo (1 R. 19:1-17).
Eliseo, sucesor de Ellas, no se aparta de éste. A la vista de cincuenta de los hijos de los profetas, Elías divide las aguas del Jordán con su manto y ambos cruzan el rió. Eliseo le pide tuna doble porción de su espíritu. Mientras hablan, un carro de fuego los separa; Elías sube al cielo en un torbellino y su manto es recogido por Eliseo (2 R. 2:1-12).
Elías es mencionado una vez en la época del rey Joram de Judá (2 Cr. 21:12-15), cuando después de su muerte se encontró un escrito suyo en el cual profetizaba la muerte de este monarca por su apartamiento de los caminos de Dios.
Los hebreos esperan el retorno de Elías, tal como lo predijo Malaquías (Mal. 4:4-6). También en el Nuevo Testamento el tema se repite (Mt. 11:14; 16:13; 17:10-13; Lc. 1:17; Jn. 1:21-25; Mr. 6:15). Esta visión de Malaquías nos afirma que Elías, como el enviado que ha de venir antes del “Día del Señor”, tendrá la misión de preparar al pueblo para el advenimiento final de Dios. Junto con Moisés y Elías, serán dos testigos que profetizarán durante los días de muerte y resurrección al final del mundo (Ap. 11:3-13). Estas profecías, que están en parte por cumplirse, se han realizado en parte en los días de Juan el Bautista y de Cristo.
Juntamente con Moisés el legislador de Israel, Elías figuró al lado de Cristo en la Transfiguración (Lc. 9:30-33); en aquella ocasión “la ley y los profetas” se dan cita para manifestar al pueblo que las profecías se cumplen en Cristo y que Él es la plenitud de la ley.
Algunos testigos de la crucifixión pensaron que el Señor llamaba a Elías desde la cruz (Mt. 27:47-49). Pablo recuerda la escena del Carmelo en Ro. 11:2-4, y Santiago (5:17, 18) destaca al profeta como ejemplo de oración, porque a pesar de estar “sujeto a pasiones como nosotros” Dios escuchó sus oraciones.
Elías está presente en casi todos los libros de la Biblia. Si Moisés fue el instrumento escogido por Dios para liberar a su pueblo y darle una legislación, resultado de la alianza con Él, Elías es el restaurador de esa alianza en los momentos cuando el pueblo desobediente quería escapar al amor de Dios desechando sus promesas.
El nombre de Elías aparece también aplicado a otros personajes en el Antiguo Testamento:
a) Un descendiente del patriarca Benjamín (Cr. 8:27). Era jefe de una familia que vivió en Jerusalén y era el quinto hijo de Jeroham.
b) Otro personaje con este nombre es uno de los israelitas que regresaron de la cautividad en tiempos de Esdras y que hubo de divorciarse de su mujer por ser extranjera (Esd. 10:21).
ELIAQUIM
= «Dios establece». Nombre propio.
(a) Mayordomo del rey Ezequías; el rey lo mandó primero a negociar con los invasores asirios (2 R. 18:17-37) y después a procurar la ayuda de Isaías el profeta (Is. 37:2).
(b) Nombre original del rey Joacim (2 R. 23:34).
(c) Antepasado de Jesús (Mt. 1:13).
(d) Otro antepasado de Jesús (Lc. 3:30).
ELIEZER
= «Dios es ayuda».
(a) Un damasceno que tenía el cargo de administrador de Abraham (Gn. 15:2; cp. Gn. 24:2). Con toda seguridad fue Eliezer el enviado a buscar esposa para Isaac. Evidentemente, se trataba de un hombre devoto, que se confió a Dios para que diera éxito a su viaje. Su misión es un notable tipo de la obra del Espíritu Santo de proveer una esposa para el Señor Jesús. Es para este objeto que Él está ahora reuniendo a la iglesia (Gn. 24:1-67).
(b) Segundo hijo de Moisés y Séfora. Él, junto con su madre y hermano, fueron dejados al cuidado de Jetro hasta después del Éxodo, uniéndose a Moisés en el desierto (Éx. 18:4; 1 Cr. 23:15, 17; 26:25).
(c) Hijo de Bequer, benjamita (1 Cr. 7:8).
(d) Sacerdote que ayudó a llevar el arca a Jerusalén (1 Cr. 15:24).
(e) Hijo de Zicri y «jefe» de los rubenitas (1 Cr. 27:16).
(f) Hijo de Dodova. Fue el profeta que reprendió a Josafat por aliarse con Ocozías rey de Israel, porque Ocozías «era dado a la impiedad» (2 Cr. 20:35-37).
(g) Uno que fue enviado por Esdras a buscar levitas que le acompañaran a Jerusalén (Esd. 8:16).
(h) Tres que se habían casado con mujeres extranjeras (Esd. 10:18, 23, 31).
(i) Hijo de Jorim, antecesor del Señor Jesús (Lc. 3:29).
ELIFAZ
(a)”Elifaz temanita” fue uno de los tres “consoladores” de Job. Tras siete días y noches de silencio y quejas de Job, Elifaz habló condenando la actitud de Job y magnificando la grandeza, majestad y pureza de Dios. El argumento de su discurso es la falsa idea de que el sufrimiento es castigo del pecado (véase Job 2:11; 4:1‑5:27; 15; 22). Véase el libro de Job, capítulo cuarto.
(b) Hijo de Esaú con Ada (Gn. 36:4-16).
ELIMAS
= «sabio».
Nombre arábigo de un judío mago, Bar-jesús, de la comitiva de Sergio Paulo, el procónsul romano, en Pafo, Cipro. Fue severamente reprendido por Pablo (Hch. 13:6-12). El procónsul se convirtió y la isla se abrió al evangelio.
ELIMELEC
= «mi Dios es rey».
Persona que, en el libro de Rut, emigra de Belén a Moab, en donde muere (Rt. 1:2); marido de Noemí y suegro de Rut.
ELISABET
= «Dios es mi plenitud».
(a) Hija de Aminadab y esposa de Aarón (Éx. 6:23). Era de la tribu de Judá, y su casamiento con Aarón unió a las tribus sacerdotal y real.
(b) Una mujer justa, de la familia de Aarón, esposa de Zacarías, y madre de Juan el Bautista. Al ser visitada por María, fue llenada por el Espíritu Santo, y saludó a María como «la madre de mi Señor» (Lc. 1:5-57). Formaba parte del remanente temeroso de Dios, del que se nos da un atisbo en los primeros capítulos del evangelio de Lucas.
ELISEO
«Dios es salvación» (la forma castellana se deriva del griego «Elisaios» de Lc. 4:27, no del hebreo «Elicha»).
Sucesor del profeta Elías en el reino del norte. Hijo de Safat; vivía en Abel-Mehola, en el valle del Jordán, y pertenecía a una familia de buena posición económica; eran propietarios de 12 pares de bueyes que laboraban en sus campos. Dios lo designó como sucesor de Elías que, al encontrarlo tras el arado, echó sobre él su manto (1 R. 19:16, 19). Eliseo comprendió el significado de este gesto simbólico. Volviendo a los suyos, ofreció un sacrificio y dio a su gente un festín de despedida, y después siguió a Elías y le sirvió (1 R. 19:19-21). Elías, antes de ser arrebatado, cruzó el Jordán, y Eliseo rehusó separarse de él. Elías le dijo que pidiera lo que quisiera. Entonces Eliseo tuvo la sabiduría de solicitar una doble porción de la sabiduría de Elías. Vio cómo el carro de fuego arrebataba a su amo; tomó el manto que Elías había dejado caer, y con él golpeó el Jordán, el cual se abrió. Eliseo atravesó el río, y pasó a la ribera occidental (2 R. 2:1-18). Una serie de hechos sobrenaturales marca la carrera de su ministerio: milagros de conocimiento, o milagros de poder, todos ellos cumplidos expresamente en nombre del Señor. En la historia de la redención, forma parte del segundo grupo de milagros. Los milagros de Eliseo tuvieron lugar en una época en que la religión de Jehová estaba enfrentada de una manera total contra el culto a Baal. De la misma manera que los milagros de Elías, los de Eliseo tenían el propósito de manifestar la autoridad del profeta y de presentar al Dios viviente. Este poder sobrenatural de Eliseo era de tal manera que podía usarlo libremente; de la misma manera que Cristo lo empleó frecuentemente en sencillos actos de misericordia.
En nombre del Señor: sanó con sal las aguas de la fuente de Jericó (2 R. 2:19-22).
Unos muchachos que se burlaban de la persona del profeta del eterno recibieron una maldición de Eliseo en nombre del Señor. Dos osos descuartizaron a 42 de estos jóvenes (2 R. 2:23-25).
Predijo el éxito de la expedición en contra de Moab (2 R. 3:11-27); multiplicó el aceite de una viuda (2 R. 4:1-7); anunció el nacimiento de un hijo a una sunamita; cuando este hijo murió, la oración de Eliseo lo reclamó a la vida (2 R. 4:8-37).
Él indicó un antídoto contra la planta venenosa que estaba en el alimento de los profetas (2 R. 4:38-41).
Durante una hambre, el profeta alimentó a 100 hombres con 20 panes de cebada y algunas espigas nuevas (2 R. 4:42-44).
Ordenó a Naamán que se bañara en el Jordán para sanarse de la lepra (2 R. 5:1-19), y anunció a Gizei que esta lepra se quedaría pegada siempre a él debido a su codicia (2 R. 5:20-27).
Hizo flotar a la superficie del Jordán el hierro de un hacha que había caído al río (2 R. 6:1-7), y reveló al rey de Israel los movimientos e intenciones de sus enemigos, los sirios (2 R. 6:8-12).
En respuesta a la oración de Eliseo, el Señor abrió los ojos de su siervo para que viera los carros y caballos de fuego que los protegían (2 R. 6:13-17).
Eliseo hirió de ceguera a los hombres que el rey de Siria había enviado para que lo detuvieran (2 R. 6:18-23).
Declaró, antes de que se lo dijera nadie, que un emisario del rey de Israel estaba a la puerta para quitarle la vida (2 R. 6:32, 33).
Durante el hambre del cerco de Samaria, predijo que al día siguiente los víveres serían abundantes y baratos, añadiendo que el oficial incrédulo, que se burló de esta profecía, lo vería pero no lo disfrutaría. Una multitud aplastó a este oficial, que murió ante la puerta de Samaria (2 R. 7).
Eliseo hizo saber que Ben-adad, rey de Siria, moriría (2 R. 8:7-15).
Anunció la destrucción de Acab y de toda su casa; envió a un joven profeta a que ungiera a Jehú, que debería ejecutar el juicio predicho (2 R. 9:1-10:28).
Eliseo reveló por adelantado que habría 3 victorias sobre los sirios (2 R. 13:14-19).
Murió durante el reinado de Joas, lamentado por el pueblo y por el Rey (2 R 3:14-20).
Todavía despues de muerto se produce un milagro, cuando un cadáver que había sido arrojado apresuradamente en la tumba de Eliseo volvió a la vida al tocar los huesos del profeta (2 R.13:20, 21).
ELIÚ
= «Dios es Él».
(a) Un efrainita, bisabuelo de Samuel, llamado Eliel en 1 Cr. 6:34 y Eliab en 1 Cr. 6:27.
(b) El más joven de los cuatro amigos de Job, quien toma la palabra en Jb. 32-37.
(c) Nombre de otras tres personas (1 Cr. 12:20; 26:7; 27:18).
ELÓN
Esta palabra es nombre propio, y también aparece como lugar geográfico.
(a) Nombre propio:
(A) Nombre de Elón hitita, suegro de Esaú (Gn. 26:34).
(B) Hijo segundo de Zabulón y fundador de la familia de los elonitas (Gn. 46:14; Nm. 26:26).
(C) Juez que gobernó a Israel durante diez años y fue enterrado en Ajalón tierra de Zabulón (Jue. 12:11). Este legislador del pueblo de Dios provenía de la tribu de Zabulón
ENOC
= «iniciado, consagrado».
(a) Hijo de Caín, y nombre de la ciudad fundada por Caín, a la que dio el nombre de su hijo (Gn. 4:17).
(b) Hijo de Jared, engendró a Matusalén. Vivió 365 años y anduvo con Dios. Enoc es el único de la genealogía antediluviana del que no se dice «y murió». Esto fue debido a que «le llevó Dios» (Gn. 5:18-24). Fue «traspuesto para no ver muerte» (He. 11:5; Eclo. 44:16; 49:14). Una profecía de Enoc, que anunciaba el justo juicio de Dios contra los impíos, ha sido incorporada en Jud. 14, 15. Las palabras de esta profecía se hallan también en el libro apócrifo judío de Enoc, aunque manipuladas.
(c) Hijo de Madián; descendiente de Abraham y de Cetura (Gn. 25:4), transcrito Hanoc.
(d) Hijo de Rubén, también transcrito como Hanoc (Gn. 46:9).
ENÓS
= «hombre».
Hijo de Set y nieto de Adán (Gn. 4:26; 5:6-11; 1 Cr. 1:1; Lc. 3:38).
EPAFRAS
(contracción de Epafrodito).
Compartió el encarcelamiento de Pablo en Roma. Se dedicó a la obra en Colosas, su ciudad. Es descrito como «siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente (por los creyentes de Colosas) en sus oraciones» (Col. 1:7; 4:12; Flm. 23).
EPAFRODITO
= «amable, atrayente».
Un creyente que trajo dones de Filipos a Pablo. Cuando estaba con Pablo en Roma, enfermó muy gravemente. El profundo afecto que existía entre él y los creyentes en Filipos queda evidenciado por su dolor al saber que ellos se habían enterado de su enfermedad. Arriesgó su vida por su asociación con Pablo preso en la cárcel (Fil. 2:25; 4:18).
EPÉNETO
= «valioso».
Cristiano de Roma saludado por Pablo como «amado mío, que es el primer fruto de Acaya para Cristo» (Ro. 16:5).
ERASTO
= «bienamado».
Un cristiano amigo y colaborador de Pablo (Hch. 19:22). Es probablemente la misma persona mencionada en 2 Ti. 4:20 y tesorero de la ciudad de Corinto.
ESAÚ
Significado: “velludo” (porque «era todo velludo como una pelliza» —Gn. 25:25).
Hijo mayor de Isaac y Rebeca, gemelo de Jacob. También se le llamaba Edom, que significa «rojo», por haber comprado el guiso rojo de Jacob (25:30). Era hombre del campo, adiestrado en la caza, y el hijo predilecto de su padre (25:27, 28). Pero la supremacía de su hermano menor fue predicha por Dios antes de su nacimiento (25:23).
En la historia sagrada se le conoce especialmente por dos hechos que han servido a los designios de Dios y que revelan la debilidad de su carácter: por haber vendido su primogenitura y por haber perdido la bendición de su padre.
Cuando Esaú volvió cansado del campo, vendió su primogenitura a Jacob por un potaje, el famoso «plato de lentejas», que ha llegado a ser proverbial en todas las literaturas para expresar el poco aprecio de un valor superior, prefiriéndolo a una ganancia inmediata, grosera y material. La Epístola a los Hebreos describe a Esaú como «deshonesto y vil, que por un plato de comida vendió su primogenitura» (Heb. 12:16). De esta manera sacrificó los privilegios y derechos que le correspondían como hijo mayor (Gn. 25:27-34). Luego, Jacob, engañando a su anciano padre, le arrebató la bendición. Airado, Esaú resolvió matar a Jacob, quien se vio obligado a huir (27:1-46). Veinte años después, Esaú se reconcilió con su hermano cuando éste regresó de Padan-aram con su familia.
Esaú tuvo como mujer -entre otras- a Mahalat, hija de Ismael (Gn.28:9; 36:10).
ESCEVA
Jefe de los sacerdotes judíos de Éfeso; sus siete hijos eran exorcistas (Hch. 19:14-17).
ESCOL
= «racimo de uvas».
(a) Hermano de Aner y de Mamre, uno de los tres amorreos aliados de Abraham en su persecución de los reyes que se habían llevado a Lot cautivo (Gn. 14:13, 24).
(b) Valle que conduce un torrente en la estación lluviosa, cercano a Hebrón, el lugar al que fueron los espías enviados por Josué. Regresaron llevando un enorme racimo de uvas (Nm. 13:23, 24; 32:9; Dt. 1:24).
ESDRAS
Su significado: “Dios es ayuda.” (En hebreo, “ezra”)
Esdras fue Sacerdote de los judíos en Babilonia y reconocido como diligente Escriba en la Ley de Moisés. Era hijo de Seraías, descendiente de Aarón. Estando entre los cautivos en Babilonia, y debido a su petición hecha al rey se le permitió el regreso para visitar Palestina. «Había preparado su corazón para escudriñar la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar a Israel sus estatutos y decretos» (Esdras 7:1-10).
Por decreto del rey Artajerjes, se le dio autoridad a Esdras para reorganizar sobre la base de la ley de Moisés la comunidad judía que había retornado a Judea y Jerusalén después del exilio en Babilonia (Esdras 7:11-26). En base al mencionado decreto se devolvieron también los utensilios del templo y se le entregó a Esdras plata y oro de los tesoros del rey. Poniendo toda la confianza en Dios, no pidieron escolta para el viaje (Esdras 8:21-23).
Esdras reprendió a los retornados al descubrir los numerosos matrimonios de judíos con mujeres paganas, y logró la anulación de esos matrimonios (Esdras 9:1-10:44). Doce años más tarde visitó de nuevo Jerusalén, enseñando públicamente la Ley (Nehemías 9:1-9), y presidiendo la celebración de la fiesta de los tabernáculos, con un esplendor como no se había conocido desde la época de Josué (Nehemías 8:17-18).
Esdras marca la transición de los profetas a los escribas. Posterior a esto las Escrituras no mencionan nada más acerca de Esdras.
ESTEBAN
Esteban fue el más prominente de “los siete” diáconos elegidos (Hechos 6). Además de cumplir con sus deberes como tal, fue un poderoso predicador. Cuando pronunció su notable defensa (Hechos 7) en la que resumió la esencia de la historia del Antiguo Testamento, los líderes judíos luego que él los señaló con su dedo acusador se enfurecieron tanto, que arrastrado lo sacaron de la ciudad y lo apedrearon. Esteban fue el primer mártir de la iglesia cristiana. Por el testimonio de Esteban muchos se convirtieron y se unieron a la iglesia. Entre éstos se hallaba Saulo de Tarso, que había presenciado la inexcusable ejecución de Esteban.
ESTER
“Y Mardoqueo había criado a Ester, hija de su tía, porque era huérfana; y la joven era de hermosa figura y de buen parecer. Cuando su padre y su madre murieron, Mardoqueo la adoptó como hija suya” (Ester 2:7).
Ester es la última mujer del Antiguo Testamento de la cual conocemos bastante para hacer un perfil de la misma. Encontramos en su carácter y conducta puntos dignos de elogio, pero también otros que lo son menos.
Digamos en primer lugar que, como dice el versículo, era muy hermosa. Tenía que serlo, pues el rey Asuero había ordenado que su imperio fuera reseguido y buscado para encontrar las mujeres más hermosas, y que éstas fueran traídas a Susa. Entre tanta belleza Ester fue considerada superior. Asuero se sintió cautivado por ella y la eligió para sustituir a la reina arrinconada Vasti.
Como cualidades de carácter encontramos dos que son agradables. Primero es su afecto por Mardoqueo, su padre adoptivo y segundo su decisión y valor al oponerse a Amán. Hay muchas personas que cuando emergen de la oscuridad a posiciones de autoridad y favor no se acuerdan más,o fingen no acordarse de las personas con quienes se habían frecuentado antes, incluso de sus deudos y familiares. No podemos decir esto de Ester.
Su valor es indudable. Arriesgó su vida al aparecer ante Asuero sin ser llamada: «Si perezco que perezca», resuena todavía como una demostración de su valor. Sus acciones fueron decisivas, realizadas con mucho tacto. Era una persona de carácter.
Entre los rasgos menos dignos de alabanza hay la impresión que produce su conducta de que vaciló bastante antes de decidir presentarse al rey (vease capítulo 4). Mardoqueo tuvo que usar lenguaje bastante enérgico para convencerla: «No te imagines que por estar en la casa del rey te vas a librar tú sola más que cualquier judío.» Y especialmente la conmovió otra parte del mensaje: «Quién sabe si para una ocasión como ésta has llegado a ser reina.»
Puede mencionarse también el hecho de que aceptara la proposición de Asuero de hacerla reina con evidente alegría. Vasti no había sido depuesta por una causa legítima, y aunque para discutir con Asuero sus acciones (sería ridículo pensar que podía haberle echado en cara este acto), no hay duda que el que una hija de Abraham se casara con un potentado pagano era una flagrante violación de las órdenes de Dios. En otras palabras, si su conciencia la hubiera acusado de un acto reprobable, podría haber procurado no causar tan buena impresión en el rey.
También es reprobable el que se dejara llevar por el deseo de venganza, o sea, que una vez había conseguido el decreto que permitió a los judíos matar a quinientos hombres en Susa que se oponían a ellos; entre ellos a los diez hijos de Amán (aparte del mismo Amán) no considerara que ya había bastante. Todavía le pidió al rey un día más de venganza (trescientos hombres murieron en esta nueva matanza), y que se dejara colgando de la horca a los diez hijos de Amán. Esto es reprobable.
Los planes de Amán eran para la eliminación de todo el pueblo judío, Ester incluida, si fuera posible, pero Ester no mostró clemencia. Tenemos que llegar al Nuevo Testamento para hallar figuras dulces como María, la madre de Jesús,o María de Betania. Ester también contribuyó a su manera a la redención de su pueblo. Es necesario que sea erigida la cruz en el Gólgota para que cesen todas estas matanzas y la paz y el amor se enseñoreen de los corazones.
Elizabet
“Y he aquí que tu parienta Elisabet, también ella ha concebido un hijo en su vejez; y ya está de seis meses, la que era llamada estéril” (Lucas 1:36).
Léase Lucas 1
A Elisabet le cabe el honor de ser la primera mujer que confesó a Cristo en la carne, incluso antes que María. Cuando María, después que hubo concebido por el Espíritu, fue a visitar a Elisabet, esta exclamó en oración profética: “¿De dónde a mí esto, que la madre de mi Señor venga a mí?” (v. 43). Por medio de esta inesperada e indudable confesión Elisabet reforzó la fe de María en el hecho de que ella, sin la menor duda, llevaba al Salvador del mundo en su seno.
Es esta fe firme e invariable que constituye la virtud más prominente de Elisabet. Quizá su firme convicción de que Cristo había ya empezado a asumir forma humana no nos parece a nosotros particularmente notable. Esto puede ser porque sabemos que María ya llevaba en su seno a su hijo, y que este hijo demostró ser el Mediador entre Dios y los hombres. Pero Elisabet no tenía nuestra perspectiva histórica,
Y por esta razón la convicción a que dio expresión es verdaderamente notable.
Israel había quedado reducido casi a la nada, debido al desprecio y malicia de la jurisdicción romana. El culto a Jehová había quedado reducido a poco más que mero formalismo. Caifás, por ejemplo, constituía un ejemplo patente de la condición de degeneración a que había llegado el sacerdocio en aquel tiempo. Y hemos de recordar que Elisabet pertenecía a este pueblo, que se hallaba en condiciones espirituales humillantes.
Además, Elisabet era anciana, una mujer que había estado pidiendo un hijo a Dios durante muchos años. Era motejada con este estigma de la esterilidad. Y no había estado presente al tiempo en que el ángel se le apareció a Zacarías. No había oído lo que Gabriel le dijo a María. Todo esto ella lo había oído de otros.
A pesar de sus circunstancias desfavorables, Elisabet trascendió inmediatamente toda duda. No sólo esperaba al Mesías que había de llegar, sino que creyó que había llegado. Cuando María fue a visitarla, ella vio y creyó inmediatamente esta maravillosa verdad: “Aquí debajo de los vestidos de esta mujer se halla mi Salvador escondido.” El Mesías ya no tenía que venir. Elisabet sabía que había venido. Y por ello oró y le confesó.
Los pasos por los cuales el Señor condujo a Elisabet a esta fe rica y plena no nos son escondidos. Su nombre era el mismo que el de la mujer de Aarón. Caifás, dijimos, era un ejemplo de degeneración del sacerdocio en su tiempo. Elisabet representaba un verdadero retoño del tronco familiar de Aarón. Ella preservaba todas las benditas tradiciones de la familia de Aarón. El Señor, por tanto, la había conducido a ello, aunque fuera a través de caminos de humillación, pues era aflictivo de un modo especial el que la hija de un sacerdote permaneciera sin hijos.
Por lo que el Señor inesperadamente la bendijo con un embarazo con el que ya no contaba. Había renunciado a la esperanza de tener un hijo. Su concepción fue acompañada de un mensaje de un ángel y de la mudez de su marido. Es patético, pero Zacarías no le pudo decir nada respecto a su encuentro con el ángel; tuvo que escribirselo. Por estas demostraciones extraordinarias, Elisabet, sabía que Dios había decidido realizar cosas maravillosas. Le parecería a ella que habían vuelto los días de Abraham y Sara, y que Dios había visitado de nuevo a su pueblo.
María fue a visitarla cuando Elisabet ya estaba de cinco meses. El instinto maternal de Elisabet le dijo que un hijo se movía en su matriz, al ver a María, y que este hijo se movía en una forma extraordinaria. Así que madre e hijo fueron afectados por la influencia del Espíritu Santo cuando se acercó el Salvador. Al instante la flor de la fe floreció del todo en Elisabet. Ella apreció y sintió la bendición del hecho que Dios, revelado en la carne, estaba cumpliendo la esperanza de sus padres.
Es interesante observar la evidencia de esta fe en Elisabet. Era la madre de Juan. María, una mujer mucho más joven que ella, y que ni tan sólo descendía de sacerdotes, era la madre del Mesías. Una situación así podría haber inducido celos en ella. Podría haberse dicho: “¿Por qué a ella este mayor honor?” Sabemos que en Elisabet no hubo tales pensamientos. Dio a María el más honroso de los nombres posibles a una mujer: “Madre de mi Señor.” Y se lo dijo de modo espontáneo y natural, sin afectación. Alabó a María como “bendita tú entre todas las mujeres”. El hijo de Elisabet dijo más adelante: “El tiene que crecer y yo he de menguar.” El espíritu de Elisabet pasó a Juan, o el espíritu de Juan ya inspiraba a Elisabet. Elisabet fue el último retoño de la vara de Aarón. Judá había de dar nacimiento al Mesías, pero Aarón había de adorarle en servicio.
ETÁN
(a) Sabio de los tiempos de Salomón (1 R. 4:31; título del Sal. 89).
(b) Nieto de Judá (1 Cr. 2:6, 8).
(c) Antepasado de Asaf el cantor (1 Cr. 6:42-43).
(d) Cantor levita (1 Cr. 6:44).
Eunice
“Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Timoteo 1:5).
Léase 2a Timoteo 1.
En la familia de Timoteo reinaba la tradición cristiana. Conocemos nombres en tres generaciones. Detrás de Timoteo hay Eunice, y detrás de ésta, Loida. Los tres manifiestan una «fe no fingida», que ha pasado de uno a otro. La fe no es impartida por los padres sino que procede de Dios. Pero Dios se complace en permitir que su bendición se acreciente en las sucesivas generaciones, imprimiendo el valor de lo que permanece y el conocimiento de ser llamado, dentro de la familia, para glorificar el nombre del Señor.
Ni Loida ni Eunice podían haberse imaginado que Timoteo iba a ser llamado a un lugar de tanta prominencia en la Iglesia de Cristo. A Pablo esta especie de nobilidad espiritual, que va de una generación a otra, como israelita, le parece especialmente hermosa. Se goza al contemplarla. Pero nos habla de ello por algo más: quiere llamar nuestra atención a lo realizado por la madre, la forma en que Dios la usó, a ella y a Loida, para inspirar la fe ferviente y real en Timoteo.
Pablo viene a decirnos que el hecho que Timoteo fuera criado bajo la influencia de la gracia es motivo en sí para dar gracias a Dios. La salvación puede tener lugar a cualquier edad, incluso a edad muy avanzada, pero el llegar lejos en el conocimiento de Dios suele ser más seguro cuando el niño ha sido criado dentro de las Escrituras. El corazón, espíritu y conciencia del niño es más tierno y en él se hunden de modo indeleble las enseñanzas. Cuando han sido imprimidas con eficacia difícilmente se borran más adelante. Timoteo tuvo un inmenso privilegio al poder ser educado desde la niñez en el camino del Señor. Para él, el conocimiento de la Escritura y el contenido de la fe fue vívidamente real. No eran un mero barniz formal, sino que habían crecido y se habían hecho una posesión inseparable de su propia vida y conciencia.
Timoteo le debía esto a su madre, como Agustín se lo debía a su madre Mónica. Este es el privilegio de algunos hijos de madres cristianas, pero no de todas. Algunos hijos de madres cristianas, convertidos luego, han dicho que no habían recibido la más mínima bendición de su madre. Pero en otras ocasiones la madre inspira de modo permanente la vida del hijo y éste conserva siempre sagrados recuerdos de ella. Es algo glorioso que unifica a los dos espiritualmente. La ternura del amor materno es santificada por el amor de Cristo; el amor maternal potencia el ferviente anhelo de la madre de que el hijo sea del Salvador. La madre no descansa hasta que de un modo u otro, leyendo historias de la Biblia, dando consejos, ejempío, estimulo, como sea, le induce a abrir su corazón al Salvador que se le está revelando por aquellos medios.
Nos lamentamos hoy del hecho que muchos hijos madurso se apartan de la fe. Pero al hacerlo hemos de preguntarnos dónde están las Eunices, cuya intensidad espiritual se ha contagiado al hijo. El padre sin duda tiene su responsabilidad, y su carácter, con frecuencia más fuerte, ha de guiar también al hijo en el hogar. Pero, aun cuando se ejerce la influencia del padre, la tierna actividad espiritual de la madre, su vida fiel, piadosa y de oración es la roturación del terreno que permite recibir la semilla en un blando seno. Las madres deben empezar su actividad en los niños cuando son muy jóvenes. No basta con educar a lhijo a comportarse con modales, cuidarlos e instruirlos con rectitud. Hay que conducirlos a entrar en los misterios de la Divinidad.
EUTICO
= «feliz».
Un joven de Troas que se durmió durante un discurso de Pablo, cayendo desde un tercer piso. Fue levantado muerto, pero el apóstol lo volvió milagrosamente a la vida (Hch. 20:9-10).
EVA – La madre de todos
“Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (1ra. Timoteo 2:13, 14).
Léase: 1a Timoteo 2:9- 15
Eva significa “madre de vida”, o sea, “madre de todos los que tienen vida”. Eva personifica todo lo femenino en la raza humana. En ella hay escondido, como en un grano o semilla, toda la gracia e independencia de una mujer, su susceptibilidad a Satán, pero también su susceptibilidad a la fe. Adán personificaba todo lo masculino, y en general lo humano. El mundo se burla hoy de la “costilla de Adán”, pero gracias a este relato, al parecer absurdo, el creyente más sencillo de la Iglesia de Dios entiende la relación entre los hombres y las mujeres mucho mejor que el más profundo filósofo, que medita sobre él a base de su prejuicios personales.
Eva fue creada de Adán. Adán tiene que ser considerado como el origen y fondo del cual ella apareció. Pero esto no significa que Adán la hizo. Aunque ella procedió de él, fue Dios quien la creó. Por esta razón, ella también, antes de aparecer sobre la tierra, existía en el pensamiento de Dios. Dios la vio, y porque la vio la creó. Eva es el producto de esta creación divina.
Eva nunca fue un niño o una hija o una joven. En el instante de la creación estaba delante de Adán en el Paraíso, resplandeciente y en plena madurez femenina. Era una mujer completa, cuyas perfecciones no eran debidas a la cultura o la tradición, sino que era el producto de la creación divina. La mujer no tiene, pues, por qué quejarse de no ser un hombre, porque ella, como él, es el resultado de la actividad divina. El pensamiento de Dios está expresado en su ser femenino. Es verdad que Adán existió primero. El fue su cabeza y la raíz de que procedió ella. Pero Adán no era viable sin ella. Estaba en necesidad, y ella era la ayuda que necesitaba. Dios la creó como una ayuda para él. En realidad, la ayuda y sostén debe ser mutuo.
Satán vio inmediatamente que Adán podía ser seducido más fácilmente a través de Eva. Satán reconoció su amabilidad y gracia, pero también su fragilidad natural. Se dio cuenta que podía ser tentada. “Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión”, dice el apóstol Pablo. La mujer representa la gracia humana en alto grado. Lo bello en la naturaleza le entusiasma más que al hombre. Su sensibilidad es más viva e impresionable por lo concreto y lo atractivo. No es, instintivamente, menos santa o más pecadora. Pero era más susceptible a la tentación, porque estaba constitucionalmente menos adaptada para ofrecer resistencia que él. Pero no transgredió sola, sino que arrastró a Adán, con ella, al pecado. En vez de perderla a ella en manos de Satán, Adán se dejó atraer a él por causa de ella. La transgresión de Eva consiste esencialmente en “el pecado con el cual hizo que Adán pecara”.
Debido a él, la felicidad de Eva duró muy poco. Resbaló en su primer paso. Adán no le extendió la mano para resguardarla, sino que se dejó arrastrar con ella. Ahora tenía que abandonar este magnífico Paraíso para entrar en un mundo de abrojos y cardos. La angustia que precede el dar a luz a los hijos afectó su ser gravemente. Perdió la confianza en sí misma que Dios le había dado. Ahora estaría sujeta al dominio de otro.
No sabemos cuánto tiempo vivió Eva, pero es probable que viviera centenares de años. Sus días tienen que haber sido tediosos y cansinos, ocasionalmente llenos de dolor. Había sido gloriosa un tiempo y había vivido, durante un corto período solamente en la hermosura del Paraíso. El verse echada en un mundo en el que nada había sido provisto para la mujer tiene que haber sido un contraste terrible. Eva fue apartada de su heredad. Su plenitud femenina fue completamente devastada.
Sin embargo, en lo profundo del alma de esta mujer, Dios sembró la semilla de una fe gloriosa, y por medio de ella permitió de nuevo que se levantara delante de ella un cielo. La simiente de esta mujer tentada había de quebrantar la cabeza del tentador. Eva concentró toda su alma en esa promesa. De hecho, cuando nació Cain de ella, supuso que este hijo era ya la simiente prometida y exclamó: “Por voluntad de Jehová he adquirido varón.” ¡Pobre Eva! La desilusión que siguió a esta esperanza, cuando después de los años la tierra absorbió la sangre de Abel, tuvo que ser muy amarga.
No obstante, después de siglos. Los ángeles de Dios reconocieron la simiente de esta mujer en el Hijo de María. El Hijo de María era también el hijo de Eva. Nuestro privilegio consiste en que podamos reconocer a este Niño de Belén en su cuna. Entonces, quizá renuentes pero con una clara esperanza podemos recordar a Eva. Pensando en ella, en el Niño y en nosotros podemos decir la “Madre de todos”.
Evodia y Síntique
“Ruego a Evodia y ruego a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor” (Filipenses 4:2).
Léase Filipenses 4.
Las mujeres hicieron un gran papel en la introducción del Cristianismo en el mundo pagano. Pablo, desde el comienzo de sus cartas a sus últimas palabras de despedida, nos da nombres de mujeres, que tenían gran influencia en la vida de la Iglesia. En Roma solamente hay Febe, de Cencrea, María «la cual ha trabajado mucho por nosotros», Trifena y Trifosa «las cuales trabajan en el Señor»; vimos a Persida, que merece un comentario similar y Julia, una hermana de Nereo. Vimos especialmente a Priscila en varios puntos. A Lidia. Y aquí se nos mencionan a dos mujeres de influencia, Evodia y Síntique, de las cuales Pablo dice también que «han combatido conmigo juntamente en el evangelio, con Clemente y otros colaboradores».
Las dos serían de los primeros convertidos de Filipos, cuando Pablo llegó a la ciudad. Se ofrecieron a ayudar a Pablo, de modo evidentemente eficaz. No ya una llamarada de entusiasmo, sino trabajo persistente, tenaz, difícil, perseverando en sus esfuerzos para establecer la iglesia de Filipos.
No tenemos idea de la causa de la disención entre Evodia y Síntique. Lo que sí sabemos, que los efectos de la misma tenían que ser destructores para la iglesia. No sabemos si había diferencias doctrinales entre las dos o un puntillo o celos de carácter personal. Otra vez vemos al maligno azuzando a una hermana contra otra, como en el pasado había jugado con Caín. Todo ello era en deterioro de la obra y el crecimiento de la congregación.
¿Qué hace Pablo sobre ello? ¿Encogerse de hombros, y permitir que la pugna continúe indefinida-mente. Esto deshonra el nombre del Señor y es un escándalo en la Iglesia. Esto estorba también la obra de la gracia en ambas. Cuando hay reyertas entre personas influyentes se forman facciones en la congregación, pues los unos se ponen en favor de uno y los otros de otro. Estas rencillas habrían terminado con la congregación.
Pablo interviene. Los que han sido comprados por el Señor deben persistir unánimes en la mentalidad de Cristo. En el versículo mencionado exhorta a que hagan las paces. Esta disensión halla eco en la Epístola en otros puntos. Sin duda, Pablo se refiere también a la misma cuando dice en el capítulo 2: «Por tanto, si hay alguna exhortación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable y compasivo, completad mi gozo, siendo de un mismo sentir, teniendo el mismo amor, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por rivalidad o por vanagloria; antes bien en humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo (vv. 1-3).
Hemos de suponer que esta disensión se resolvió, pero podría haberse transformado en una conflagración que habría destruido la iglesia. Esto ha ocurrido más adelante en numerosas ocasiones.
Es por esto que las advertencias del apóstol son válidas incluso hoy. Nos impulsan a procurar que estas contiendas se apaguen por todos los medios posibles y se efectúe la reconciliación y restablezca la unidad.
Ezequías = «Jehová fortalece»
Hijo de Acaz, rey de Judá (719-691 a.C.). Estuvo asociado con su padre en el gobierno desde el año 728 a.C. Era un siervo devoto de Jehová; comenzó su reinado reparando y limpiando el Templo, reorganizando los servicios religiosos con sus funcionarios y celebrando una gran pascua a la cual invitó solamente a las tribus de Judá y Benjamín (2 Cr. 29:1-30:13). Quitó los lugares altos, derribó las imágenes e hizo pedazos la serpiente de metal que Moisés había hecho, pero que se había convertido en objeto de adoración.
En el cuarto año de su reinado (724 a.C.), Salmanasar comenzó, y en el año 722 a.C. Sargón completó, el sitio de Samaria, llevando a las diez tribus en cautividad (2 Cr. 18:9, 10).
En el año 714 a.C. comenzó la serie de invasiones asirias que distinguieron el reino de Ezequías y que terminaron desastrosamente para Asiria. Parece que fue inmediatamente después de comenzar estas invasiones, en el año 714 a.C., cuando Ezequías estuvo enfermo, casi a la muerte, pero le fueron concedidos 15 años más de vida en respuesta a su oración a Dios (2 R. 20:1-11; Is. 38).
Ezequías murió en el año 691, y ascendió al trono su hijo Manasés (2 R. 20:21; 2 Cr. 32:33).
EZEQUIEL
«Dios fortalecerá».
Nombre de uno de los profetas mayores.Es muy probable que haya sido criado cerca del Templo, por ser hijo de un sacerdote, Buzi (Ez. 3:1)
Era descendiente de Aarón. Su familia vino a formar la clase vigésima de sacerdotes (1 Cr. 24:16).
Fue llevado al exilio con el rey Joaquín y otros nobles (2 R. 24:14-17) en el año 597 a.C. Probablemente permaneció exilado toda su vida. En 593 a.C. siendo ya de 30 años (Ez.1:1), Ezequiel tuvo visiones por las cuales recibió su vocación profética (Ez. 1-3).
Cumplió fielmente sus deberes, pronunciando en ocasiones duras reprensiones, pero dando aliento con palabras llenas de gracia. Su profecía está llena de simbolismos y de imaginería. A la muerte de su mujer, le fue prohibido, como señal profética, que expresara ningún dolor ni que llevara duelo (Ez. 24:15-18). No solamente proclamó sus profecías, sino que se le ordenó que representara alguna de ellas, a fin de que fueran vistas, además de oídas. En su estilo se nota su pasión profética.
El ministerio de Ezequiel duró unos 22 años hasta 571 a.C. (Ez.29:17), y probablemente más. Junto con Esdras, se considera como el padre del judaísmo de después del exilio.