La motivación requiere de la esperanza de alcanzar algo. Porque si no tienes la expectativa de alcanzar algo en la vida, no tendrás motivación.
Una buena pregunta que debemos hacernos es, “¿cuál es mi esperanza y mi expectativa?”. ¿Emprender un negocio?, ¿Fortalecer el matrimonio?, ¿terminar un estudio?, ¿crecer en el ministerio del servicio a Dios?; sea cual sea la esperanza o la expectativa, es necesario que, primero tomes un tiempo a solas con el Señor para preguntarle por tu asignación de vida y segundo, por Sus instrucciones.
En la segunda carta de Pablo a su aprendiz Timoteo, en el capítulo 2, verso 6, se habla de un granjero de quien se dice que tiene que trabajar primero para recibir el fruto de su trabajo. Esto significa que para trabajar tiene que vencer a las tentaciones que le puedan aparecer, y para esto tomar decisiones sabias diariamente.
Obtener un resultado requiere trabajo, esfuerzo, concentración, pasión y dedicación. Pero el motor es “la una gran esperanza de la recompensa”, la cual, en el caso del granjero es obtener una cosecha que no podrá lograr si se duerme.
En nuestras vidas es igual, cada uno tiene una esperanza que deberá ser más fuerte que su pensamiento de fracaso, más poderoso que el deseo de rendirse, debe tener el fuego y la pasión que el Espíritu Santo coloca en el corazón para no rendirse.
Una persona alejada de Dios tiene grandes vacíos, pero quien logra comprender y aceptar que el Señor quiere lo mejor para él o ella, entonces su vida comienza a cambiar.
Nuestra mayor motivación deberá ser descubrir la asignación que Dios nos adjudicó desde antes de que naciéramos, para que, una vez descubierta, se despierte en nosotros la pasión por alcanzar esa meta. Así sabrás que estas avanzando por el camino correcto.
Te invito para que ores así, “Amado padre celestial, gracias por la revelación de la asignación de vida que me darás, creo que me has puesto en esta tierra con un propósito especial. Ayúdame a mantenerme firme en ti todos los días de mi vida y a avivar la pasión que vence a toda tentación de rendirme, porque al final disfrutaré del fruto de mi trabajo, lo creo y pido en el nombre de Jesús, Amen”
Versículo “El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero”. 2 Timoteo 2:6 (RVC)
Buen Dia
Juan C Quintero
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