Angustia y Liberación
El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. – Filipenses 4:5-7.
Jacob huyó, porque temía la venganza de su hermano Esaú, quien había amenazado matarlo. En la noche de su huida, en el silencio y la soledad, en tierra extranjera, Dios vino a su encuentro y le hizo una promesa: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré” (Génesis 28:15).
¿Cómo reaccionó Jacob ante tal promesa? ¿La recibió sencillamente por la fe? No, su vida no estaba en regla y su conciencia estaba molesta, razón por la cual tuvo miedo de Dios. Pero Dios iba a acompañarlo, disciplinarlo y finalmente llevarlo de regreso a su país.
Cuando, años más tarde, Jacob estaba de regreso, nuevamente lo acosó el miedo. Pero esta vez no se dejó dominar por la angustia y habló de ello a Dios (Génesis 32:11). Antes de encontrarse con su hermano, Jacob encontró a Dios en un combate, del cual salió librado. Efectivamente pudo exclamar: “Fue librada mi alma” (Génesis 32:30). ¡Librada de su temor!
Con nuestros propios recursos no podremos hacer frente a lo que nos asusta, pero trayéndolo a Dios, seremos librados y purificados de lo que no está en regla en nuestra vida. Dejemos de apoyarnos en nuestra fuerza, en nuestra inteligencia, en nuestro saber o nuestro dinero. Dios desea para nosotros una paz profunda que se apoye sólo en su gracia.
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