“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz
Despiértate, tú que duermes,
Y levántate de los muertos,
Y te alumbrará Cristo.”
A través de es discurso podemos señalar lecciones importantes para la viva del creyente en Cristo Jesús.
Es interesante que muchos críticos señalen que aparentemente Pablo finaliza ese breve discurso sobre la luz y las tinieblas utilizando probablemente unas líneas de un antiguo himno de la iglesia primitiva
Despiértate, tú que duermes,
Y te alumbrará Cristo.”
Tal vez este himno se cantaba cuando los nuevos creyentes iban saliendo de las aguas bautismales. Algunos señalan, también, que era un himno que tenia que ver con la esperanza de la resurrección de los muertos. Me agrada pensar que tenía que ver con el momento de en el cual los nuevos creyentes salían de las aguas bautismales.
Cuando yo era muy niño aprendí un himno que me gustaba mucho que en su letra decía:
Brillemos cual velitas
Brillemos cual velitas con clara luz,
Siempre en las tinieblas si, hay que brillar
Tú en tu rinconcito, en el mío yo.
Brillemos para Dios en primer lugar;
El lo siente mucho si nos ve fluctuar;
Desde las alturas, El nos ve brillar,
Tú en tu rinconcito, en el mío yo.
Brillemos hacia el mundo para aliviar
Cuanto vil pecado allí se ve reinar:
Hambre, mal y llanto, pues hay que brillar,
Tú en tu rinconcito, en el mío yo
Debemos ser cuidadosos al acercarnos a este discurso de Pablo sobre la luz y las tinieblas. Él no señala que el creyente antes de reconocer a Jesús como su Salvador andaba en tinieblas y ahora anda en luz. Lo que él señala es que antes del creyente reconocer a Jesús como su Salvador personal era tinieblas y ahora es luz. No es un mero juego de palabras.
La Biblia enseña: 1) que Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. (1 Juan 1:5); 2) que Jesús dijo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Mateo 5:14) El evangelista Juan en el prologo de su libro señala sobre Jesús: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. ….. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho. (Juan 1:4-5,9) La Biblia también señala que Jesús le dijo a sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.” (Mateo 5:14)
El cristiano por su propia naturaleza brilla. Brilla porque la luz de Dios a través de Jesucristo esta en él. Si la naturaleza del cristiano es brillar y alguien que va a la iglesia no brilla es porque la luz de Dios a través de Jesucristo no esta en él. Cuidado si tu no brillas en tu casa, en tu trabajo, en tu escuela o universidad, o en tu comunidad
El cristiano por naturaleza brilla. ¿Por qué el cristiano brilla?
Porque el fruto del Espíritu lo hace brillar. Pablo en Gálatas presenta nueve (9) manifestaciones del fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. (Gálatas 5:22-23) En el discurso sobre la luz y las tinieblas presenta solamente: bondad, justicia y verdad. La bondad es la cualidad interior de actuar a favor de otro. La justicia es la cualidad de dar lo que corresponde dar y hacer lo que es debido. La verdad es la cualidad de ser sincero e integro.
El fruto del Espíritu es sencillamente ser como fue Cristo. Cuando alguien es como fue Cristo es porque este vive en Él y por naturaleza brilla.
El cristiano por naturaleza brilla porque no es participe de las obras de carne sino que las reprende.
Antes y después de este discurso sobre la luz y las tinieblas Pablo menciona algunas de las obras de la carne: 1) fornicación, 2) inmundicia, 3) avaricia, 4) palabras deshonestas, 5) necedades, 6) truhanerías (estafa, pillería), y 7) embriagarse con vino. Pablo señala que hasta hablar de esas conductas es vergonzoso.
Pablo señala que el brilla con la luz de Cristo sabe lo que es agradable al Señor.
Una vieja historia señala que un barco azotado por una tempestad, naufragó en medio del Océano Atlántico. Sus tripulantes se lanzaron a la ventura, apiñados en un pequeño bote. Así estuvieron a la deriva por espacio de algunos días, cuando una noche alcanzaron a ver la luz de una embarcación a corta distancia de ellos. El momento apremiaba ya que si la embarcación se alejaba sin alcanzar a verlos no habría esperanza para ellos. Tenían pues que llamar la atención de la nave que podría salvarlos. Llevaban consigo una lámpara pero el problema era que solamente tenían un fósforo. ¿Cuándo prenderlo y que no fuese apagado por el viento que todavía soplaba afuera fuertemente? Alguien tenía que aceptar la responsabilidad. Era cuestión de vida o muerte. Echaron suertes para determinar quién debía hacerlo y la responsabilidad cayó sobre el más joven de los marineros, Tomó el fósforo con manos temblorosas y una oración en sus labios, lo prendió y en un instante la pequeña llama parpadeo como si se fuera a apagar pero protegiéndola con sus manos, la acercó a la mecha de la lámpara y una vez encendida bajo el tubo. Fue un instante decisivo. A poco hacían señales que fueron advertidas por la nave que vino a su socorro.
Trastoquemos un poco esa historia. ¿Cuántas personas están a la deriva esperanzadas en ver brillar una luz a la cual puedan dirigirse para poder salvarse? Hoy por hoy hay muchos vientos golpeando a los creyentes en Cristo y casi están logrando apagar sus luces.
Hay que andar como hijos de luz. Brillando en todo tiempo.
Como dice el viejo himno que aprendí en mi niñez
Brillemos cual velitas con clara luz,
Pues así nos manda quien la luz nos dio;
Siempre en las tinieblas si, hay que brillar
Tú en tu rinconcito, en el mío yo