Para muchos la vida es una carrera continua de actividades perfectamente agendadas acorde con una lista de logros esperados, la mayoría de ellos relacionados con el trabajo, los logros profesionales, e incluso los logros en el cuidado del cuerpo en el gimnasio.
Es quizás por esto que cada vez se tiene la sensación de que el tiempo pasa demasiado rápido, tanto, que no alcanza para compartir tiempo con los seres a quienes llamamos “amados”, es decir, a nuestra familia.
Yo tengo gratos recuerdos del amor de mis padres y abuelos; y tal vez tú también tengas esos buenos recuerdos; lo cierto es que para la mayoría de ellos ese amor significó inversión de tiempo, muchos incluso sacrificando sus aspiraciones personales por estar en casa y dar lo mejor que tenían por su familia.
Te invito a reflexionar sobre ¿Cuáles son tus prioridades?, ¿En qué lugar está el amor hacia tu familia?.
En la Biblia, el capítulo 12 de la carta a los romanos se conoce como la lista de los deberes del cristiano. Esta contiene recomendaciones sabias y justas para llevar una vida correcta.
Particularmente en el verso 9 dice lo siguiente, “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno”. Romanos 12:9 (RVR1960)
Dios nos pide que amemos sin fingimiento, con sinceridad, pero eso también significa que debemos dejar una huella marcada, una especie de impronta de amor en los corazones de las personas que amamos.
Amar es mucho más que decir “te amo o que regalar flores o chocolates”, es una decisión de permanecer, de estar presente y de respetar a los seres amados.
Cuando amamos de verdad expresamos la esencia de Dios, se alegra el corazón de los seres amados, pero también se nos aumentan los deseos de vivir, se revive el propósito de vida; porque en el amor todo lo podemos hacer, desde perdonar hasta vivir unidos en familia para siempre.
Es tiempo de revisar el estado de tu corazón hacia quienes consideras importantes en tu vida. En otras palabras es tiempo de tener hogares a la manera de Dios y de amar como Dios nos ama.
Oremos: “Señor, sé que por amor nos has redimido, nos has restaurado y nos das propósito, por eso decido que, desde hoy, el motor de mi vida sea el amor, aquel que es sin fingimiento, sincero, real, bendigo a mi familia, me comprometo a amar sin condiciones, lo declaro en el nombre de Jesús, Amén”.
Versículo: “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno”. Romanos 12:9 (RVR1960)
Buen Dia
Juan C Quintero
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