Salmo 9:1-2
Cuando yo era niño, mi padre me llevó a visitar a un antiguo compañero suyo bastante mayor. Era un hombre honesto y generoso, más bien contento consigo mismo. Mientras hablaba de sus méritos con relación a Dios, mi padre le preguntó repentinamente: –¿Ha pensado en darle las gracias cada día? Su amigo bajó la cabeza y la conversación se volvió más seria.
Una triste característica de los pueblos sin Dios, mencionada en la Biblia, es que no dieron gracias a Dios (Romanos 1:21). ¿No sucede lo mismo hoy en día? Cristianos, ¡tengamos cuidado con ello, quizá sea más habitual el quejarnos que el dar gracias a Dios! Cuando el Señor responde a nuestras oraciones, ¿le damos las gracias? El agradecimiento debería ser el telón de fondo de nuestra vida, al igual que la alabanza, pues alabanza y acciones de gracias van unidas.
Dios es “el Dios de toda gracia” (1 Pedro 5:10). Recibamos esta declaración de las Sagradas Escrituras y nuestra vida tendrá un enfoque completamente diferente. Allí donde solo vemos un suceso sin importancia, se desplegará la total atención del amor de Dios. Los días que van pasando manifiestan las maravillas de Dios, y cada una de ellas nos acerca a él. Podemos dar gracias a Dios humildemente cuando él nos responde, agradecerle por todos sus favores. E incluso en las dificultades y en medio del sufrimiento, aprendemos a dar gracias a Dios por su amor, que está presente en lo más profundo de nuestras noches. Pero ante todo, agradezcámosle por habernos dado al Señor Jesús.
Isaías 24-25 – 1 Pedro 1:13-25 – Salmo 44:9-16 – Proverbios 13:18-19
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